Crítica «Yo sostenido. Sonata para juguete roto – Teatro Echegaray»
Comenzar el espectáculo sin saber que ya estás dentro, es arte.
Un crítica de Manolo Supertramp
Ver a los componentes del equipo que te reciben al teatro que será su casa por una noche hace que te relajes y te sientas entre amigos que, aunque no conoces, están contentos porque van a contarte algo, algo alegre , parece, interesante, pero oye, algo sin mucha importancia por lo visto.
Pues bien, formas de romper la 4º pared hay muchas, pero el músico Víctor Elías directamente la revienta rompiéndose él mismo en pedazos, mostrándonos unas heridas abiertas que, por suerte, cicatrizan en 70 minutos, y delante de un público que corta su respiración con respeto para no interrumpir, porque sientes que Víctor necesita contar todo y cada uno de los actos que componen su obra.
“Yo sostenido” no es una obra de teatro, es una terapia que la comienza el propio Víctor con el apoyo de su primo y al salir te das cuenta de que la terapia era conjunta y los abrazas aplaudiéndoles por pura necesidad de decirles: “Gracias”.
Por suerte, el que nos lo cuenta es el personaje en sí, y no queda como una obra póstuma “homenaje a” gracias a un equipo que, efectivamente, se ve que lo sostiene en todo momento, dentro y fuera del escenario, y es que el espectáculo no tendría sentido sin su “primo”, un Javier Márquez fresco y unas intervenciones perfectamente dirigidas por Fran Perea gracias a las cuales el público puede asimilar todo lo que se cuenta en escena. Una dirección e interpretación muy acertadas, con el toque justo de humor para que la escena se airee con una sonrisa pero respetando la intimidad para que Víctor y el público sigan cogidos de la mano.
Intimidad que crea y se potencia con la luz de Michael Collies, que mezcla la espectacularidad fingida de nuestro protagonista con la calidez que le hace sentir la música para romperla con unos contra inesperados que dejan en el pecho del público, el frío que de pronto inunda la escena.
Destacar que lo bonito del teatro es que parezca que se está creando en ese mismo momento, que las palabras aparecen en ese mismo instante, y creo que la culpa de que eso pase en escena es del autor, Pablo Díaz Morilla.
Con una escenografía que pasa desapercibida al principio pero que parece literalmente amontonarse al final, uno no puede dejar de mirar cuando sale del teatro las fotos reales de Víctor con sus familias, es como salir del salón de su casa y personificar eso que te acaban de contar.
Acostumbrado a ir al teatro a ver una mentira y aún así dejarme llevar por la buena construcción de los personajes, o por una historia bien contada, no doy crédito desde que ha terminado la obra cada vez que pienso que es la primera vez que he ido al teatro a ver una VERDAD. Una verdad fría y muy cruda pero tan bien contada y tocada que, aunque al principio te sentías incómodo por ver al músico con el corazón sangrante, pasado un rato, no quieres que acabe.
“Yo Sostenido” es un homenaje y una reivindicación a todos los juguetes rotos de la tele, de todas las épocas, da voz a todas y todos ellos, y sería precioso que vieran esta preciosidad de obra porque e terapéutica, y es que la infancia es…para jugar.
Pero el músico Víctor Elías lo tiene claro, aunque le haya tocado vivir todo esto, lo importante es que ha encontrado su “lugar”, en una época y unas circunstancias que quizás pudieron ser mejores, pero de la que no está dispuesto a bajarse: el escenario, y por eso, era necesario hacer este espectáculo, para perdonar y perdonarse así mismo, que es la única forma de avanzar en esta vida.
Feelgood Teatro
De Pablo Díaz Morilla
Con Víctor Elías y Javier Márquez
Dirección Fran Perea
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