Crítica «Para entrar a vivir» – La Cochera Cabaret
MATAR POR UN PISO
Vivimos un mundo tan absolutamente al límite, y que cada vez va más rápido, que hay muchas situaciones actuales que dan para una función de teatro como es «Para entrar a vivir». ¿De qué manera confrontamos nuestros ideales con el puro capitalismo que nos rige?, y ¿seríamos capaces de lo peor de nosotros mismos con tal de adaptarnos a un mundo cada vez más exigente, con tal de lograr nuestros propósitos?.
Si todo este cóctel lo coordina una mente como la de Carlos Zamarriego, inquieto por sorprender al espectador, y que dejándose fluir por la historia de tantos nombres y personajes que rodean un piso de 23 metros cuadrados equilibra una balanza de risas comedidas y más acuciantes, con el buen hacer de tres intérpretes que dan lo mejor de si mismos, para que todos estemos pendiente de la adquisición de este inmueble tan especial para nosotros como público.
La máxima dificultad para Jose Vera, Raquel Infante y María Agudo es que desde el patio de butacas se mantengan ese interés con un ritmo frenético, en el que se juega todo el rato, y es un disfrute ir descubriendo las piezas para irlas encajando. Al final es un proceso reconocible, pero que se agudiza con otras realidades más extremas que se entremezclan, hasta lograr un resultado de carcajada muy reflexiva sobre estos tiempos convulsos.
Hay dos aspectos que siempre le agradezco al dramaturgo y director, y son los toques cinéfilos que siempre me sacan esa parte de ilusión por la cultura, todas esas referencias maravillosas que encajan perfectamente con el contexto general, y esos recursos a lo Billy Wilder con repeticiones o acciones que nos permiten ambientar y contextualizar por todos los instantes tan dispares que se producen durante la representación. Se agradece la diferenciación de colores de cada rol, para identificarles rápidamente y marcar esos puntos referenciales de cada uno de ellos.
Hay un trabajo pormenorizado y digno de alabar por parte de los tres intérpretes. Se miran, se escuchan y dentro de todo ese mecanismo tan trabajado (a destacar sobre todo esa sincronía tan estupendamente ejecutada en los «aparte» hacia el público), permite que la comedia sobresalga en todos los puntos interesantes, e igualmente hay también una química conjunta que les hace ser naturales al momento, y que ninguna función vaya a salir igual a la otra. Eso se logra por una experiencia curtida dentro de los terrenos de este género tan sumamente complicado, y cuando existe ese respeto por la profesión y se adquiere el don de saber reírse de si mismo, el resultado es la complicidad que ha tenido el público que ha tenido la suerte de visitar este piso esta pasada noche en La Cochera, y responder positivamente al momento de esa transmisión de sentimientos y emociones tan instantáneas. Por cierto, gran labor de los protagonistas dominando el espacio como el buen espíritu primigenio teatral, para saber hacernos crear con la imaginación cada aspecto que se necesitaba en cada escena para poder avanzar.
En el texto están muy currados los términos inmobiliarios en búsqueda de pisos como ese «el baño parecía más grande en las fotos» y similares, y de aquí el recorrido es simplemente dejarse sorprender porque su magia radica en que nadie nos podemos esperar en qué va a desembocar toda esta locura, y ni lo que se podría preveer o intuir, va a tener su sentido al siguiente instante. Esto es interesante para experimentar una fluidez en la que pensar hasta cómo nuestra desesperación nos puede poner en una tesitura de ni reconocernos a nosotros mismos, que además se puede extrapolar en más vertientes vitales del día a día.
Les aconsejamos para una mejor habitabilidad en esta vivienda teatral que, en ocasiones, si falta información no es bun fondo vacío, si no que se puede llegar a las mejores contraprestaciones de la vida. No duden en apostar por este alojamiento con vistas a los puntos de encuentro para el ocio.






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