Crítica «Música para Hitler» – Teatro del Soho Caixabank
TRANSMITIR LO EXTRAORDINARIO
Espero poder hacer la premisa de mi titular, y transmitir lo extraordinario que ha sido la experiencia de vivir una función como «Música para Hitler».
Es una lección de principio a fin de cómo se debe trabajar un texto, plantearlo en una escenografía y darle el ritmo adecuado para que se nos haya pasado como un suspiro, entendiendo absolutamente todos los detalles de la obra, así como dejarse llevar por la gran narración, comedia y evolución de los actores en una tarea ardua y difícil de poder hablar de amor y libertad con el contexto de la guerra alrededor.
La historia se nos plantea de manera singular, sin que tenga ningún tipo de pérdida. Cristóbal Suárez, quién para mi da un salto de calidad «extraordinario» en su actuación remarcados en dos aspectos: el físico que como destaco en jugadores de baloncesto, no es solo tener un gran cuerpo si no el cómo usarlo y aquí ha demostrado un buen hacer soberbio para marcar esa sobriedad con dosis de temor, pero con una evolución también admirativa hacia el protagonista, y su propia propuesta de dominar un espacio con unos silencios sútiles y sublimes que, como espectadora, se te hacía toda esa labor completamente irresistible y de un gusto exquisito. Él empieza como narrador hablándonos de esa situación que se produce el 3 de noviembre de 1943 con su visita a Pau Casals para invitarle a tocar ante Hitler.
Y a partir de aquí el lucimiento brutal de dos genios del teatro como son Carlos Hipólito, quién nuevamente le tengo como el mejor intérprete que me hace ser tan feliz desde el patio de butacas, y Kiti Mánver cuya ternura se agradecía para destensar esas situaciones tan extremas llenas de miedo y dolor, y a quién no quieres dejar de abrazar o darle amor durante toda la representación. La maestría de ese protagonista radicaba en marcar todas esas capas por las que pasa el protagonista, es el que tiene el recorrido más complejo desde la tozudez, el convencimiento de su idealismo moral, el amor por su profesión y el miedo a lo desconocido que puede suceder. La relación con Francesca es de lo que mejor me he reído y me he sentido cómplice de su querer rebelde como una balada delicada que te llena de emociones bonitas cuando la oyes.
No me quiero olvidar de Marta Velilla, precisa en sus intervenciones y aportando esos giros necesarios para que la trama fuera sorprendiéndonos al público. Tiene una mirada bella de admiración que tiene una constante busqueda de perfección, siendo ese eje entre los personajes.
Pero el otro personaje importante que les atrapa a ellos, y que resulta imprescindible para todo lo que acontece es la música. Es el late motiv para que vayan sucediendo los acontecimientos, pero en ese maravilloso texto de Juan Carlos Rubio y Yolanda García Serrano hay un completo amor por este arte. Y se resaltan absolutamente todos los valores que la hacen extraordinaria e imprescindible en nuestra vidas. Especialmente su condición de ser resistencia, y que la voz del rol principal no se apague nunca. Pero también la pretensión de que suene natural y libre.
Si la música es tu lucha, nunca dejes de luchar. Un gran mensaje que debe aplicarse a todos los equipos creadores de algo tan magnífico como «Música para Hitler». Será nuestra mejor lección.






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