LA GENTE SIEMPRE TIENE ALGO QUE ESCONDER

«Cronología de las bestias» somete al espectador a una tensión desde el mismo comienzo de la función. Es una propuesta que juega con discernir muchas de las líneas tradicionales escénicas para crear diferentes sensaciones de incertidumbre durante toda la obra.

Ya en el inicio hay que empezar a descubrir porqué un joven de 11 años decide desaparecer de su casa familiar, sin tener nada de información ni respuestas de cómo pudo ocurrir esa desgracia, y cómo regresa a las 23 años a un núcleo familiar muy intenso, con las personalidades muy fuertes y marcadas, y donde todo no parece lo que es, sino que entraña muchos más secretos de que los que aparentemente se van revelando. Cuando contemplas «Cronología de las bestias» estás en un estado de absoluto desconocimiento, donde se pueden ir valorando teorías que se reafirmen o caigan en los propios diálogos de la dramaturgia. Es un juego de thriller que hemos desarrollado en el ámbito cinematográfico, y en el teatral se produce de distinta forma y al mismo tiempo contemplando un abanico de interpretaciones muy extremas y pasionales, aquí no hay cabida a las sutilidades, que van formando todas las piezas que se nos presentan en escena.

Para mi el problema radica en algo que estoy descubriendo que es bastante tendencia en las nuevas historias familiares, porque igualmente me pasó con la película «Todos lo saben». Está originalmente estructurado, y es sencillo seguir el hilo mediante muchos recursos que ayudan a seguir las etapas del pasado y del presente, pero cuando todo se destapa se te queda un vacío de apatía, ya que esperas mucho más. Es un ritmo tan intenso y unas reacciones tan viscerales que el listón se quiere mantener en esa escala, y en la parte final notas algo agridulce de haber visto un trabajo excepcional, y de mucha carga dramática pero que no te ha llevado a un destino o solución que corresponda a todo ese recorrido que se debe disfrutar durante «Cronología de las bestias».

Los actores hacen todos un trabajo excepcional y bien compenetrado. Carmen Machi es una dama del teatro con mayúsculas que no deja de sorprenderme en diferentes tipos de registros, lo de Pilar Castro es algo fuera de serie con esa forma de ser tan diferente que le ha tocado con su personaje, y que no puedes dejar de desear que te teja a ti un jersey de los que le gusta hacer en la obra, esa sensibilidad e inocencia me ganó por completo, un Santi Marín fuerte como el hombre de la casa imponiendo tanto por su físico como por su interpretación, Álvaro Lavín y su voz que permitía tener unos momentos de tranquilidad que precisaba la función, y mi mayor sorpresa con un Patrick Criado a quién había visto en películas de Daniel Sánchez Arévalo con un registro divertido, pero que en el teatro se ha transformado en una «bestia» profesional que promete dar mucho más, y más que interesante.

No quiero olvidarme de felicitar nuevamente a Mónica Borromello por un trabajo en la escenografía que me tenía completamente fascinada en un laberinto de cocina, salón y dormitorios muy apropiado para la atmósfera que requerían las escenas, y el gran trabajo de Carmen Martínez en los diferentes juegos de luces que ayudaban mucho a centrar la atención donde hacía falta, y provocar unos espacios muy bellos a pesar de toda esa tensión de los diálogos.

El morbo de los secretos siempre produce ese interés que es ideal para una propuesta teatral, el dilema es cómo lo planteas y si resulta atractivo lo que quieres llegar a plasmar al espectador. Eso es lo que no se debe esconder.

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