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Soy hija de maestra. En esa tesitura he tenido que aguantar y escuchar comentarios de todo tipo sobre la labor de los profesores. Gente inculta y superficial que es capaz de determinar cuales son los verdaderos problemas de los docentes, sin ni quisiera preocuparse de cual es su realidad diaria. No han tenido la suerte como yo de convivir con una profesional que ama su trabajo. Está ahora jubilada, y bien merecido lo tiene, después de haber luchado como una jabata por la injusticia que sufrían cada uno de sus alumnos y el propio sistema que es lo que verdaderamente perjudica la labor de los maestros. Pero claro con la ignorancia, siempre es más fácil culpabilizar a la parte más débil. Actuar de manera superficial como hacen los niños maleducados, en definitiva.

Le doy las gracias a David Ilundain porque esta película es un homenaje a todos los maestros que conozco y forman parte de mi vida, y a todos aquellos que lograron influenciarme para cambiar el rumbo de mi destino y sacarme esa motivación que me hace luchar por lo que quiero todos los días. Ese conocimiento se palpa en la figura de Aleix, interpretado por el genial David Verdaguer. Él es un buen profesor, como tantos interinos, que trabajan en la cuerda floja de mirar qué destino les toca cada curso y que el amor a su trabajo y a sus alumnos le hace detectar los problemas que suceden, como ocurre en «Uno para todos». Hoy hay muchísimos colegios públicos en los que el 50% de los profesores son interinos. No se han convocado apenas plazas desde la crisis y se han sufrido muchísimos recortes. De esta forma la vinculación de estos profesionales con el centro, con el equipo o con la línea educativa es imposible y casi nula. Este no es un trabajo que se aprende en un día y, además, se trabaja con niños.

Te pueden tocar malos o buenos profesores, al igual que en otras ramas profesionales, pero el film es un canto a tantos docentes que reclaman la ayuda que necesitan en sus aulas, y especialmente que el mayor valor qué se puede educar tanto a buenos y malos adultos, como a buenos y malos alumnos es el poder de perdonar. De ir más allá de lo que cualquiera de nosotros te mostramos con nuestras capas, retirarlas y profundizar en lo que realmente pasa, y gracias a la confianza y a la labor en equipo, solucionar todas las vicisitudes que vengan por delante.

Aciertan tanto en el vocabulario que emplean los niños en clase, las preocupaciones de los profesores interinos y los que tienen su plaza asegurada, también es un gustazo palpar la realidad de llegar a un pueblo donde te sientes el forastero y cómo tienes que arreglártelas para encajar como puedas, y además en la gran interpretación de David Verdaguer vemos cómo gestiona perfectamente las cosas en el aula pero es un auténtico caos en la vida real, y eso se delata en muchos de estos profesores que vuelcan tanto sus ganas en que las cosas en el aula estén en calma y se pueda seguir el curso más que en los problemas de su día a día en sus propias casas. Quizás mi única pega es que faltaría o que se hiciera más incipiente esa soledad de muchos profesores por parte de la administración, que es lo que ellos más sufren y que se está comprobando con este regreso al colegio tras estos meses de estado de alarma.

El tema importante a tratar es el del bullying, y lo más fantástico de «Uno para todos» es que no lo muestran con el marketing habitual de lo que la gente conoce en la superficie, va más allá en la propia situación que se origina en clase, los silencios, los miedos, las venganzas, los pensamientos de alumnos, padres y profesores, todo lo que pueda ayudar a que ese debate se produzca en la sociedad, y se vea que la educación es clave para que los niños se vean como igual y lleguen a comportarse como personas respetables y que merecen respeto. Es algo cruel entre los niños, pero también es cruel que no seamos capaces de verlo, rectificarlo y eliminarlo. Entre los adultos luego se reproducen esas dinámicas del bullying, dinámicas que son de niños.

Se precisa urgentemente un cambio en el sistema educativo y lo más inteligente y sensato es que hay que confiar para ello en la gente que está formada, en personas que no tengan ninguna herencia de épocas pasada. Así lo refleja un papel tan inspirador como el Aleix al que da vida David Verdaguer. Almas como la que él se ha metido en su piel en lo que nos hace falta para poder tener una educación ejemplar de la que poder presumir en todo el mundo. Ojalá despierte esa conciencia en este gran examen que es «Uno para todos». Felicidades a todo el equipo.

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