Crítica «Ya no es como antes» – Teatro Echegaray
CANTO A LA LIBERTAD
De la familia que se nos presenta en el escenario formada por el patriarca, el carapapa, la cucurucha y el pajarillo, quítenle esos motes y póngale otros apelativos u otros nombres, pero lo maravilloso de «Ya no es como antes» es que puedes ver reflejado tanto amor en esta historia, que se hace palpable e identificativa a cualquier realidad que tengas alrededor.
Al igual que Fernando Fernán Gómez en «El viaje a ninguna parte», y no será la única referencia importante e interesante durante la representación, vemos a un grupo de titiriteros que intentan formar su espectáculo añadiéndole detalles, o sobre todo siendo el patriarca el que dirija todo el tinglado rememorando que «ya no todo se hacía como antes». El viaje es más que necesario porque bebe de los recuerdos de Manolo Supertramp, los ha revivido, readaptado y reformado para que a su libre albedrío y antojo sirvan de lecciones de vida y de respeto a la profesión que más ama y a la que le ha dedicado toda esta función.
En muchas ocasiones se coge lo que a uno le hace falta de sus recuerdos y vivencias. Esto madurado en nuestras propias experiencias profesionales y emocionales, hacen que se transforme en lo fundamental en lo que uno se convierte a lo largo de los años. En lo que es, en lo que se quiere convertir y en lo que nunca quiere mirar atrás para no repetir los mismos errores, si no demostrar que ha aprendido de ellos. Esta genialidad es lo que ha hecho el guionista, director y actor, Manolo Supertramp, con su regalo a todo lo que más ama, a lo que ha mamado y a lo que le debe en su carrera artística.
Ha hecho mejor a Álex Franconetti, quién ya estaba en mi punto de mira en la Escuela de Arte Dramático, ese momento marineiro con la guitarra, creo que se ha convertido en uno de los imprescindibles momentos de mis experiencias teatrales. Ha hecho despertar y no solo primaveralmente a María Gazares. Donde la descubrí, la vi muy pequeña y como que sentía que podía dar mucho más de su talento, me alegro de no equivocarme porque ha creado una mujer libre e inspiradora que veo recreada en mi madre, en mis tías y en tantas mujeres que me han hecho ser la persona que está escribiendo ahora estas palabras. De Roberto Aragón decir que me transmite que ha contado su propio camino. Que él y solo él podría comunicar ese arte innato que tenemos la suerte de disfrutar en nuestra tierra, y que va a ser ejemplo para muchos valientes como él que se esconden en silencio y quieren exclamar a gritos ser ellos mismos y disfrutar de eso. Y finalmente Manolo Supertramp se ha hecho un traje a medida homenajeando a nuestros progenitores, hasta en un punto físico y de silencios en la voz, que me ha dejado totalmente anonadada. Esas pérdidas de memoria, esa preocupación constante aunque se equivoque en la manera de decirlo y esos miedos que nunca deben mandar en nosotros, pero que nos contaminan y nos frenan. Son hechuras posturales que son absolutas lecciones para el alma y el corazón.
Se van a encontrar giros sorprendentes, un arte que no se puede aguantar de canciones y momentazos hilarantes de comedia, mezclados con esa pena que siempre vende en España pero que es tan instructiva para lo que realmente se quiere decir. También es importante que Manolo Supertramp haya buscado el tener momentos con cada uno de sus retoños, dándoles su sitio y su oportunidad de lucir sus personajes. Eso ha sido un auténtico regalazo. Al igual que buscar en todo momento una conexión intergeneracional ya que esta obra se puede ver con toda la familia, porque se habla de todos nuestros seres queridos con cosas más de nuestra casa y cosas que no tanto, pero finalmente con todo lo bueno y lo malo que forma parte de cualquier público que vaya a disfrutarles.
Con «Ya no es como antes», aunque esté ambientada en el pasado mira a un presente con mucha esperanza. Recuperando valores pero también abriendo la mente a nuevas posibilidades. Al final es aprender a integrar siempre lo nuevo y sacar enseñanzas de lo diferente o de lo que uno no comprende. Sacar estas conclusiones, emocionando en un espectáculo teatral es una tarea ardua y difícil. Una fiesta para los titiriteros y para los que necesitamos de su valía para emocionarnos con nuestro día a día, y seguir valorando una profesión tan sacrificada. Lo ha demostrado el público en ese estreno en el Festival de Teatro de Málaga con una absoluta complicidad durante toda la representación. Ya no será como antes pero ni falta que hace.
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