LA DESPEDIDA IMPERDONABLE DE PERDERSE

Tal y como tuvimos la suerte de hablar con Josefina Molina, directora desde la primera adaptación que se realizó de la obra de Miguel Delibes, «Cinco horas con Mario», lo más importante para las nuevas generaciones que asisten a conocer a Carmen «Menchu» Sotillo, interpretada por la inigualable Lola Herrera, es que reconocen perfectamente a qué época pertenecen sus ideas y pensamientos.

En el momento que tuvo ocasión de estrenarse esta pieza, es lógico que el asombro por un humor exquisito deliberiano y el plasmar con tanta sinceridad una manera de entender cómo se era señora y cómo nos debíamos comportar en todas las facetas de la vida, todo el público se sintiera sorprendido por poder ver en un escenario toda esta circunstancia, y además en la piel de una de las mejores actrices que podía encarnar este papel como es Lola Herrera.

Ahora bien, quién tiene el interés de degustar funciones teatrales ha podido reconocer el perfil de esta Carmen Sotillo en otros roles diferentes, y contextualizados en esa época de posguerra, donde los cambios empezaban a producirse con mucha temeridad, pero mirando a un futuro donde la sociedad, y especialmente las mujeres, teníamos más cosas que decir y con más ímpetu de tener nuestro papel en igualdad con los hombres. Pero no nos podemos olvidar que «Cinco horas con Mario» seguirá siendo una pieza universal y única, aunque ya sea bastante improbable que se siga representando a posteriori. Y si lo hacen, la sombra de Lola Herrera y como acogió en su ser y en su entendimiento a esta mujer que pasa por tantas etapas de crítica a su marido, de soledad en su matrimonio y en decisiones que cree que tenía que haber tomado de otra manera y de lo más importante, un paso del humor al dolor que se ve reflejado hasta la última palabra del monólogo, es tan alargada y eterna que va a ser difícil que se pueda producir un caso similar de comprensión y aprendizaje.

Lo que me hubiera sido imperdonable es no haber sido testigo, ni haber sentido las palabras de la actriz que en tantos años se ha subido a muchos teatros de la geografía española. El pasado domingo fue mi primera vez, y es una lección constante de cómo naturalizar un texto, hacerlo tuyo, moverte y hacer gestos como se requiere, respetar cada palabra, y tratar el humor de Delibes con el amor de la sinceridad de la pérdida de un ser querido. Da igual que no compartas sus expresiones y reflexiones, porque se refleja su dolor, y en esos instantes todos somos iguales.

Lo que se produce es algo único que lo que provoca es la reacción final que tuvo todo el público que abarrotó el Teatro Cervantes con un cálido y acogedor aplauso, que hizo que la intérprete no perdiera su sonrisa de felicidad, y yo creo que haciendo ver que todo el esfuerzo merece la pena por la recompensa del cariño, agradecimiento y respeto de toda la gente. Y como sé que sucedió con muchos espectadores, la hora y media de escenificación se pasó volando. Eso sólo significa que tampoco nadie se quería despedir en ningún momento ni de Mario de Lola Herrera.

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