NUESTRO PROPIO PULSO

Hay genios que cometen genialidades, y éste es el caso de Javier Hernández-Simón. Después de «Los santos inocentes», lo ha vuelto a lograr con «Los lunes al sol», y en ambos casos con algo tan difícil como es crear luz de esperanza en los temas que propone en sus montajes. De las historias es capaz de extraer las mejores emociones y escenas veraces de lo que quiere expresar, no simplemente con ser particularmente identificativo con el espectador, si no que además ese público es capaz de reconocer enseguida lo que ve en el escenario, en su día a día cotidiano.

Y particularmente en «Los lunes al sol» funciona como un equipo de trabajo cuyo engranaje está perfectamente cuidado y solido, para que esa labor sea plenamente productiva y satisfactoria. No sobra absolutamente ni una escena. Y, para más inri, es un auténtico maestro en crear esos espacios donde con pequeños elementos montamos lo necesario para comprender qué le sucede a los personajes en ese momento, y rápidamente pasar a la siguiente, desarrollando una evolución sentimental prácticamente perfecta donde se te hace todo ameno, continuado y con unas transiciones que te permite no perderte absolutamente en ningún momento.

Y como lo máximo que se habla en esta obra es del panorama laboral, precisamente trabajamos en conjunto desde arriba hasta nosotros desde el patio de butacas, para que salga espectacular la faena. Siguiendo con esta idea, cada uno de nosotros se habrá quedado con un instante, un momento, una mirada, una frase o un gesto de cada uno de los personajes propuestos, que representan a muchas verdades que se han enfrentado a diferentes dramas sociales, pero sería injusto para todo este elenco que destacara lo que más me ha podido llegar o vibrar según mi propio camino vital. Más que nada porque el resultado de esta cadena de eslabones es que, cada uno de ellos, ha empleado su mayor generosidad, respeto y buen hacer para que su actuación sea brillante, y haga destacar también la de los demás. Así que mi mayor agradecimiento es para Yune Nogueiras, Marcial Álvarez, José Luis Torrijo, Fernando Cayo, Fermi Herrero, Fernando Huesca, César Sánchez y Lidia Navarro. Enhorabuena a todos.

Las mejores risas reflexivas de esta función es porque nos damos cuenta de distintas perspectivas que, en estos últimos años, no parece que se posicionen en un primer plano de preocupación, pero sigue habiendo muchas familias que no quieren ser o no pueden ser «flexibles». Del impacto visual, con un juego de escenografía y luces que es una auténtica obra de arte para la contemplación de cada acto, viajamos enseguida a textos que son auténticas moralejas para el raciocinio, siendo una disputa entre la carcajada cómplice que te encoje el corazón y el brote de las sensibilidades más puras.

En definitiva, sigue habiendo un pulso que nos marca, nos agota y nos asfixia. Nos olvidamos de ese compañerismo y ser camaradas porque nos hacen trabajar en una jungla de supervivencia, y quién se queda en el camino y no va a ese mismo ritmo, se queda en el camino con muchas consecuencias fatales. Es una realidad en la que asusta darse cuenta que, en muchos aspectos no hemos cambiado, pero para eso está el teatro, y en este caso el esplendor de Javier Hernández-Simón, para reconocernos en esos hechos, reflexionar sobre ellos y decidir en qué punto decidimos estar, porque al fin y al cabo, sí que tenemos criterio y somos necesarios.

De GG Producción Escénica y Teatro del Nómada
Guión original Fernando León de Aranoa e Ignacio del Moral
Adaptación Ignacio del Moral y Javier Hernández-Simón
Con Yune Nogueiras, Marcial Álvarez, José Luis Torrijo, Fernando Cayo, Fermi Herrero, Fernando Huesca, César Sánchez y Lidia Navarro
Dirección Javier Hernández-Simón
Diseño de iluminación Juan Gómez-Cornejo ( AAI) / Ion Anibal (AAI)
Escenografía Ricardo Sánchez Cuerda
Diseño vestuario Elda Noriega (AAPEE)
Dirección musical, composición y espacio sonoro Álvaro Renedo Cabeza

¡Compártelo!
Share on Facebook
Facebook
Tweet about this on Twitter
Twitter