Crítica «En un lugar del Quijote» – Festival de Almagro
EL QUIJOTE QUE DEBIMOS CONOCER
La compañía Ron La Lá logra su tercer lleno en el Hospital de San Juan con la particularidad de ser una función adaptada para personas con algún tipo de discapacidad. El público se deleitó con las andanzas de su Quijote de la Mancha y el transcurso de Cervantes a la hora de crear el libro más famoso e importante de nuestra literatura. Mañana tienen la última oportunidad de disfrutarla en el Festival de Almagro
Quizás los destinos son más precisos para quienes son creadores natos y realizan un trabajo encomiable que debemos agradecer todos los que amamos que profesionales se suban al escenario a contar historias. Lo digo porque este ingenioso hidalgo, Don Quijote de la Mancha, cumple su denominación de origen con la máxima característica de la compañía Ron La Lá: el ingenio.
Ingenio para hacer crear en escena todo un universo de molinos, libros, caballos, cuevas y demás escenas míticas del ejemplar Cervantino y que no sólo por esa capacidad imaginativa sino por su devoción por sus versiones que se transmite en gestos, miradas y diálogos, logran que el público sepa crear en su mente lo que necesita para que la historia prosiga.
Y como os narraba ayer con las versiones de Miguel del Arco, los que somos incondicionales ronlaleros, a pesar de ser ésta una ocasión especial en el que no contemplamos sketches que tienen que ver con la historia central sino la narración de esta trama clásica, ya conocemos las particularidades y lo que siempre debe aparecer en una obra de ellos. Y con «En un lugar del Quijote» no iba a ser menos. Primero, que Juan Cañas, Álvaro Tato y Miguel Magdalena acaparan la mayor parte de los personajes que deben aparecer en escena. Y lo realizan con maestría, soltura, inteligencia y un saber hacer que deleita a cualquier teatrero que se precie. (Y que Miguel me perdone pero aún me sigo riendo por dentro con su «Pesadilla» cada vez que lo recuerdo). Segundo que Daniel realice los mejores movimientos para crear los momentos hacia el público, cabalgar su caballo es de lo mejor que he visto en mucho tiempo y además, guardarse los mejores chistes relacionando el teatro clásico con palabras y marcas actuales. Y por último, que Íñigo me deslumbre con su voz pero aún más recreando a este Alonso Quijano soñador, loco y aventurero que me sobrepasaba por su mirada perdida hacia ese horizonte de novelas de caballerías que siempre quiere protagonizar. Íñigo realiza su mejor papel desde que le he visto en la compañía, sin duda (Y ojalá servidora hubiera sido su Dulcinea a la que le dedica sus palabras de amor)
Y recordando la entrevista a Álvaro Tato, consiguen hacer lo que me explicaba en la entrevista. Recrear cómo Cervantes podía haber escrito la obra, incluyendo licencias ronlaleras que hacen ese discurso más ameno y con mucho ritmo para todo lo que nos queda por contemplar y, provocar más ganas para leer «El Quijote». Para no verlo como esas palabras pesadas que nos hacían aprobar lengua y disfrutar con las andanzas de este hidalgo y su escudero a través de una lectura más pausada en la que podamos integrar todo lo que ellos nos han mostrado en la obra.
Ingenio como decía para aprovechar con poco material y decir tanto, sacar sus recursos musicales y utilizar todos los estilos posibles para que se oigan en los discursos y diálogos en los que se lucen más como banda sonora, además de ingeniosos efectos especiales que me recordaban a esos tiempos de radio que tanto añoro de recrear sonidos reales con cualquier elemento a nuestro alcance
Me queda felicitarles por las denuncias implícitas que ya surgían de esos textos clásicos pero que con un toque actual, se pueden yuxtaponer a nuestra época. Y como también me recordaba el propio Álvaro Tato por saber reírse de sí mismos por ese final, que no voy a desvelar, pero que responden a esa posible reacción que siempre se tienen con las adaptaciones de clásicos y que suponen una merecida y educada contestación a todas esas posibles críticas.
Ron La Lá en el teatro son una herramienta imprescindible para infundir los mejores valores teatrales y desearía que hubieran sido mis maestros en mi particular ínsula de Barataria. Y gracias por enseñarme lo que es una bacía.
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