Crítica «Ira» – Teatro Cervantes
EMBARGARTE LA IRA
En tiempos crispados, la ira se hace más latente. Es el arma más poderosa para poder controlar a las masas desde el posicionamiento, para poder cegarte y que no tengas la amplitud de mira necesarios para adoptar esa empatía necesaria en tiempos convulsos.
De ello habla la obra que genialmente ha escrito Julián Ortega, y que protagoniza junto a su madre, Gloria Muñoz. Hablamos en la entrevista previa de la fórmula que habían encontrado para que esa comedia de humor negro tenga la efectividad y el ritmo tan eficaces, para comprobar y cerciorarse que «Ira» es de esas funciones necesarias para hacerte pensar de toda la locura que has sido capaz de reírte, y que nos pone a los pies de los caballos como seres humanos pero que únicamente así, con esa capacidad de autocrítica maravillosa en la que nos ponen de manifiesto ambos intérpretes, podemos lograr mejorar como seres humanos y que no seamos instrumentos de la voluntad de nadie.
Ambos protagonistas son magistrales en los tiempos, en esa capacidad extrema de llevar al límite a estos dos personajes brutales, en dosificar la información en beneficio de la comedia, en esas referencias artísticas que mejoraban cada escena a medida que iba evolucionando la historia y en cómo armonizar una escenografía sin mucha parafernalia, pero con la funcionalidad precisa para junto con la música y las luces poder jugar a lo que ambos actores precisaban y se necesitaba para narrar esta sorprendente historia.
«No hay un nosotros» dice el personaje de Gloria Muñoz, que puede ser el resumen esencial de lo que hemos olvidado, y más en tiempo de pandemia que aún desconocemos trabajar en equipo y por el bien común. Eso sí, la labor conjunta que la gran actriz forma junto a Julián Ortega es de la que se suplica que se prolongue a lo largo del tiempo, y por cierto algún hijo de actriz reconocida podría tomar nota en cómo se prepara con inteligencia una función de teatro para que el resultado sea excepcional, y no provocar una ira incontrolable.
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