IMPEDIR VIVIR

Es duro y difícil asimilar una obra como la que hemos vivido esta noche en el Teatro Cervantes. Principalmente porque los códigos de Florian Zeller son muy particulares en el texto, y a la hora de trasladarlos a escenas por mucho que tengas a unos fuera de serie como actores como es el caso, quién no tenga un conocimiento previo de esa articularidad del autor, tiene una tarea más complicada de asimilar esa soledad, sufrimiento y depresión que sufre esta angustiada madre genialmente interpretada por Aitana Sánchez-Gijón.

En mi caso, conociendo la obra de «El padre» que pude ver con Héctor Alterio dirigida por Jose Carlos Plaza, ya llevaba una base con la que he podido jugar desde el principio de función, y mis elementos de sorpresa han ido más con ese desasosiego constante de la protagonista, en la que he podido descubrir todas esas emociones de dolor en las que como progenitora percibe que lo ha dado todo por su hijo, y que lo que recibe es incomprensión y que ya nadie la necesita, ni en su matrimonio ni como madre.

La escenografía en blanco con esa ruptura que siempre es protagonista de lo que sucede a su alrededor acentúa más un espacio de vacío, en el que se siente el personaje principal de Ana. Jugando estupendamente con las luces, nos marca esa ansia de sentirse querida por los hombres de la casa, también agudiza sus propias imaginaciones en la que en los diferentes planos descubrimos lo que expresa desde la sinceridad, para posteriormente contemplar la misma situación desde su contención para no hacer daño. Estos múltiples espacios de tiempo a veces se convertían en algo ilógico por su duración, pero además algunas acciones no terminaban de completarse, quedándose en la mera idea de lo que el espectador puede suponer que sucede. Si a esta circunstancia le incluyes un ritmo y unas motivaciones menos metafóricas, y mas concretas, hubiera dado un mejor resultado para un público que llega ante esta propuesta por primera vez.

Particularmente el final es lo que me ha dejado más desangelada porque incentibaba mi duda de que ese letargo iba a proseguir con más transiciones, y eso es porque esos diferentes campos de realidad no estaban tan definidos, especialmente a medida que llegábamos al final de la obra.

Mi sensación ha sido positiva porque siento que este tipo de sentimientos deben ser más visualizados aunque no nos identifiquemos con ellos, pero requieren de un grado de comprensión que para un aprendizaje personal profundo ayudan a forjar una mayor empatización. ¿Cuanta gente se siente estafada con la vida?. Se puede realizar esa comparativa poniéndole el mismo traje que a este rol principal o cada uno el de sus propias circunstancias, pero ese miedo a la soledad es muy palpable en nuestro día a día.

LA-MADRE-CARTELNo me olvido de ese apoyo esencial de compañeros de la mano de Juan Carlos Vellido, que se va a convertir en el marido ideal de todas las historias que se tengan que mostrar ante un público en cualquier medio, Alex Villazán donde le he visto un crecimiento increíble y en algunas escenas particulares con Aitana está magistralmente soberbio y Almudena Salort que juega muy profesionalmente en esa parte en la que vamos acelerando hacia la consecución de la obra.

Cuidado con ese «¿has tenido un buen día?», si no lo preguntas de verdad. Se te puede clavar como el recorrido de tanto vivido y escondido que refleja esta función. Esa sensación de que se exprime a los que más queremos, para luego dejarles cuando ya no puedes sacarles lo que te hace falta. Así que demasiado amor puede hacer demasiado daño, aunque hablemos de una madre cuyo miedo es envejecer triste y sola.

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