IMPRESCINDIBLE PARA TODAS LAS HÉCUBAS DEL MUNDO

No es la primera ocasión que se recurre a un texto clásico para reivindicar muchos mensajes que aún son de alto calado actualmente. De hecho, son los pioneros de que aún podamos hablar de muchos aspectos vitales a pesar de haber pasado tantas épocas de distancia. Lo importante es no desvirtualizar el texto que se toca, y con ese respeto trabajar en la manera de transmitir esos objetivos en forma de palabras, gestos y elementos teatrales que puedan ayudar a que llegue de manera muy profunda al espectador.

El trabajo de traducción y versión de Alberto Conejero, la asesoría de texto de Margarita Borja y la dirección de Carme Portaceli es para quitarse el sombrero. Desde el buen gusto y la profesionalidad, nos obsequian un auténtico regalo de puesta en escena que incluye coregrafías y una iluminación precisa e ideal, que ayuda y mantiene un ritmo dramático sumamente atrayente para conocer cómo quieren romper el silencio cada una de las troyanas que quiere exponer su situación y su propia tristeza ante el trágico destino que les espera. No hay lucimiento personal del equipo artístico y técnico para unas sensaciones ya descritas por Eurípides, se usa su fuerza y su energía para que estas protagonistas cuenten su verdad y qué sintieron cada una de ellas. Y en esa denuncia se puede identificar esas bocas tan selladas durante tanto tiempo en tantas historias que sabemos que tampoco son públicas, y que también se han mantenido en el olvido.

Recuerdo que cuando entrevisté a Aitana Sánchez Gijón por «Medea» me expresaba que salía limpia cada vez que la interpretaba. Dejaba esa parte oscura y ya vislumbrábamos ese desgarramiento aterrador de su desgracia, aunque en pequeñas pinceladas de un monólogo que te pedía mucho más. Aquí lo cumple en «Troyanas». Es bestial lo que provoca encima de un escenario, cómo compartes con ella absolutamente todo lo que transmite por su piel y su voz, y cómo se debe agradecer a una artista de su talla, el entregarse de esa manera tan generosa hacia el público y regalar una interpretación única y soberbia. A mí me ha dejado sin palabras, en ese silencio que declama en el que han estado todas las mujeres que representan en escena y especialmente cuando es consciente de que se ha quedado «huérfana sin hijos». Desgarrador. Y mucho más sentirlo y vivirlo desde el patio de butacas. Normalmente sé que cierra esas etapas con personajes cuando aborda el siguiente, pero no lo logró con Medea y no sé si le va a pasar lo mismo con Hécuba. Lo comprobaremos.

No me quiero dejar atrás a todo el imprescindible reparto que hace que «Troyanas» funcione a la perfección y todo para mí han sido descubrimientos totales en escena. E incluyo a Maggie Civantos, que al contemplarla aquí tan bien dirigida, saca lo mejor de su registro actoral y logra sacar una Helena de Troya muy interesante, cómo si empezara un nuevo rumbo interpretativo para ella del que hay que estar pendiente. Pero esos hallazgos han sido especiales para mí en la piel de Alba Flores, que en la parte coreografía sobresalía de una forma preciosa en cada uno de sus movimientos, y de Gabriela Flores, Miriam Iscla y Pepa López dónde ha sido soberbio su trabajo tanto en equipo como en su parte de monólogo donde tienen la ocasión de contar su situación.

No me dejo a Nacho Fresneda. Sin duda, la parte más generosa. El hombre que transmite las malditas suerte de cada una y que, además, huye de responsabilidades. Como tantas veces ocurre en la actualidad. Nunca le había disfrutado en teatro y me cercioré de lo que pensaba, tiene una presencia escénica brutal que acrecienta con su voz, y cómo es capaz de determinar lo que quiera con ella. Es un actor muy completo que sabe dejar su manera más presencial en segundo plano, y ser ese mensajero que cae mal por todas las consecuencias que se transmiten en sus palabras e igualmente la mejor labor de equipo, de la que no se aprecia pero que sin ella, la obra se caería sin ningún sentido. Me hago absolutamente fan de su talento y espero verle brillar en más ocasiones.

En definitiva, es un montaje que no deben perderse. No salen indiferentes ante las diferentes «Hécubas» que se reconocen en ese dolor y sufrimiento, pero además «Troyanas» te lo presenta con esa esencia clásica en la que no dejas de percibir emociones desde el primer segundo de función. Son los valores por los que este arte es imprescindible en la cultura y el trabajo de todo este equipo, merece una lucha en conjunto de mucho público que quiera arroparles y vivir con gran sensibilidad las ideas de todas estas impresionantes mujeres. Les esperan con sus bocas abiertas y callando al silencio.

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