¿QUÉ ES EL AMOR?

Es verdad que al teatro siempre se le agradece que se acompañe de todos los elementos escénicos posibles, para que el ritmo de una historia no decaiga y el factor sorpresa pueda ser más plausible durante toda la trama. Y «Sensible» es un gran espectáculo en ese sentido, no sólo por la inmensa labor de Chevi Muraday, quién con cada movimiento en el que conoce a la perfección su cuerpo y lo maneja a su antojo de una forma realmente bella, sino por una escenografía blanca de Curt Allen Wilmer que permite que se destaque aún más todo lo que sucede con los protagonistas y un excelente juego de luces de Juanjo Llorens que provoca que muchos de los momentos parezcan cuadros a los que únicamente les falta un marco destacado para colgarlos en cualquier museo que se precie.

Kiti Mánver interpreta a Constance de Salm y no se le puede pedir más a un actriz para que interprete a un amor pasional. Es muy dura su evolución, en muchas ocasiones excesivo el melodrama para mi gusto particular que me nutro más positivamente con las sutilezas, y asistes a una decadencia en la que en muchas ocasiones te encantaría levantarte a darle unas palmaditas en la espalda, y suplicarle que se quiera un poco más. Pero Kiti cumple con lo que se le pide. Te entristece verla sufrir de esa manera y, a la vez como ella me revelaba en la entrevista, contemplas todo ese abanico de emociones por las que, en muchas ocasiones, el amor corrompe cualquier razón que nos haría actuar de una forma más comedida.

El mayor problema por el que no acabé de meterme en todas esas sensaciones y que pudiera dejarme llevar de una manera más fácil, es que todo en «Sensible» está estructurado desde unas emociones muy arriba. Y así en todo momento. Me costaba entrar en toda esa tragedia que no hacía más que volver loca a la protagonista y no encontrar un remanso de calma. Se entiende también esa planificación por todo lo que deriva hacia el final de la función pero no creo que lograra, en mi caso, que me hiciera llegar a esa parte más inesperada y que todo ese recorrido calara en mi para disfrutarla por completo.

No obstante, me quedo con esos intermedios donde la danza de Chevi Muraday  y la mirada en el horizonte y esos movimientos de Kiti Mánver eran pura armonía y actuaban como si fueran sólo un intérprete. Una conjunción mágica musical donde los espacios eran perfectamente ocupados por ellos, y su sintonía marcaba unas coreografías brutales llenas de luz que hacían brillar todo lo que verdaderamente querían expresar de su relación. Hay un momento que Kiti Mánver expresa que al despedirnos debemos usar siempre palabras de amor, porque ese puede ser el último rescoldo que nos queda de nuestras propias pasiones, así que mis últimas consideraciones escritas se quedarán en esa unión actoral que me ha hecho aprender, cómo se puede expresar tanto cuando se toca y se siente de verdad. Cuando se es sensible.

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