HAMLET ES UN PRODIGIO ECHADO A PERDER

Entrevista con Miguel del Arco. Fotografía de Laura Vil.
Entrevista con Miguel del Arco. Fotografía de Laura Vil.

Lo mejor del mundo teatral es poder seguir aprendiendo de compañías teatrales a las que llevas siguiendo tanto años, en concreto 7 con Kamikaze Producciones, en cada uno de los montajes que presentan. A pesar de que conoces sus códigos y su forma de trabajar, las ideas y las reflexiones que quieren crear en el público nunca cesan de surgir y es una de las principales motivaciones por las que disfrutar de una historia que te muestran en escena, valga tanto la pena. Yo tengo aún más la curiosidad de ver plasmado el «Hamlet» de Miguel del Arco, tras poder entrevistarle previo a su estreno en la Antigua Universidad Renacentista del Festival de Teatro Clásico de Almagro. 

P: ¿Por qué dices que enfrentarte a Hamlet ha sido una misión suicida?

Miguel del Arco: Por lo que tiene de personaje histórico. Todo el mundo sabe cómo se tiene que hacer Hamlet. Todo el mundo tiene un Hamlet en la cabeza. Lo han leído y lo conocen pero luego es cierto que la gente más allá del «ser o no ser, esa es la cuestión», tiene la virtud de hacerte pensar que conoce profundamente al príncipe. Y es bastante curioso porque el príncipe tiene una actualidad que se te escapa de forma permanente. Como todo el mundo tiene esa capacidad, es difícil sorprender. Si te sales mucho, pueden pensar que no es así por las ideas que tengan de Hamlet o de Ofelia. Es un personaje con una calidad aérea que es imposible de aprender. Hay días que lo ves de una forma clarividente y al día siguiente ves que se te ha escapado por completo y que es lo contrario. Hamlet tiene la cualidad de ser «un compuesto de contrarios». Pero es que todos somos un compuesto de contrarios. La condición del ser humano está narrada en «Hamlet», precisamente por ese reflejo de contrarios en el que se muestra a un humanista que puede ser un asesino, un pesimista que puede escuchar la capacidad del ser humano para ser feliz, un amante que es un asesino o un payaso que también es serio. Todas estas condiciones hace que el personaje sea muy complicado.

Entrevista con Miguel del Arco. Fotografía de Laura Vil.
Entrevista con Miguel del Arco. Fotografía de Laura Vil.

P: Nosotros somos de esos extremos en nuestra vida real pero no somos capaces de reconocerlo

Miguel del Arco: La reflexión del príncipe es profundamente cercana a la condición del ser humano. A mí me sigue sorprendiendo, cuando veo muchas veces la función, que el texto tiene la capacidad de sonar como la primera vez. Tiene una resonancia desde el s.XVII con todo ese lenguaje, poesía y metáfora shakesperiana que suenan con una potencia brutal pero con una modernidad que parece que te está dando directamente a tí. Eso hace que la palabra salga disparada del escenario de una manera muy emocionante.

P: ¿Cómo te desligaste de esas ideas preconcebidas que podía tener el público para sacar tu «Hamlet»?

Miguel del Arco: La condición «kamikaze» viene precisamente por eso. ¿Cómo hago esto? Me lanzo contra ello. No hay una pieza dramática con la que se haya escrito tanto como en «Hamlet». Yo apostaría a que no hay ninguna otra pieza literaria. Se han escrito ensayos teatrales, filológicos, educativos, paranoicos o analíticos. Se ha desmenuzado por todos lados. La preparación fue muy intensa, ardua y de muchísima lectura. Lecturas que van, por un lado, iluminando y, por otro, van ahondando más en el miedo de decir «no voy a estar a la altura». Y llega un momento que dices, «se acabó». Estaremos preparados o no, pero hay que lanzarse y empezar a hacer. Cualquier hecho dramático o artístico empieza con una decisión y la decisión es empezar. Ya habíamos empezado con la parte de la documentación pero había que empezar a tomar decisiones. Mi «Hamlet» va a tener este color o esta forma. Así que lo empezamos y esa fue nuestra manera de lanzarnos, y a partir de ahí, una vez que te remangas, todo es más fácil. Un día sales del ensayo con el alma en los pies pensando «jamás voy a poder hacer esto» y otro día abres otros caminos en los que sabes que tienes que tirar por ahí. Pero eso me sigue pasando con las funciones y eso fluctúa y es el teatro también

Entrevista con Miguel del Arco. Fotografía de Laura Vil
Entrevista con Miguel del Arco. Fotografía de Laura Vil

P: Todo está ideado desde la propia cabeza de «Hamlet»

Miguel del Arco: Para mí era importante situar el espacio mental. Dice Harold Bloom que «el problema de Hamlet no es que piense demasiado, sino que piensa demasiado bien». Y yo estoy completamente de acuerdo. «Hamlet» es un prodigio echado a perder. Es un hombre con una mente privilegiada que, como muchas veces nos sucede a los seres humanos, todas las capacidades que tenemos no las aprovechamos a nuestro favor sino en nuestra contra. A «Hamlet» le pasó una cosa parecida. Piensa muy bien y es capaz de pensar con una rapidez, capacidad analítica, humor e ironía que le demuestra que es un ser profundamente inteligente que reconoce el amor y la belleza que le rodea y, sin embargo, no es capaz de aplicarse esta parte emocional como para sacarle partido. Se reconoce como un gran instrumento pero es incapaz de hacer la música que debe. Y siente una disonancia que le impide llegar a encontrar una armonía ni consigo mismo ni con el mundo que le rodea. Eso le hace profundamente desgraciado. Para mí, era importante situar ese espacio mental. Dice Peter Brook que «Shakespeare debe ser en general interpretado como una frase sinuosa que camina hacia el final» y para mí tenía mucho que ver con algo que yo pensaba de cómo va fluctuando. Hay una intensidad del lenguaje, la metáfora y la poesía en Shakespeare que hay mucha gente que piensa que hay que dejarle tiempo al espectador para que vaya asimilando según vaya escuchando y yo no estoy de acuerdo. Yo creo que al espectador no hay que darle tiempo, hay que cogerlo por el cuello y meterlo para que se sienta abducido por la acción dramática, y que luego reflexione en casa si quiere reflexionar. La reflexión viene después y si viene durante la función, estás alejándote de la propia acción dramática. Hay que avanzar y que el espectador sienta la necesidad de correr para encaramarse a la propia acción dramática. Nuestra función dura 2 horas y 45 minutos, si encima diéramos tiempo para pensar, estaríamos en espectáculos de nueve horas y no es necesario. Ese espacio mental de pasar de un monólogo terrorífico en el que clama por su suicidio a poner en marcha la mayor payasada del mundo me interesaba por esa mixtura de géneros que hace Shakespeare. Esto necesitaba una rapidez que tiene que ver con la propia rapidez mental de Hamlet y con las estructuras que se mueven dentro del escenario porque son muchas localizaciones pero no importa donde están. Al final metes al espectador en un arrebato mental que tiene el príncipe.

Entrevista con Miguel del Arco. Fotografía de Laura Vil
Entrevista con Miguel del Arco. Fotografía de Laura Vil

P: ¿Crees que el público logrará tener ese grado de empatía con «Hamlet»?

Miguel del Arco: Tienes que tener empatía con un personaje que tiene el 45% de una función aunque tenga una parte de psicópata importante. Su comportamiento con Ofelia y con su madre es completamente psicopático, en general con las mujeres tiene un punto de alejamiento, así que lo tienes que presentar de una manera con la que el público pueda empatizar con ese dolor. Porque si es un personaje que te desagrada, el oído se te cierra y no quiere seguir escuchando según qué cosas. Cuando son petulantes, porque piensan muy bien y lo demuestran porque son literariamente escritos, tienes que mostrar las fisuras o no conseguimos que el público empatice con él.

P: Háblame del trabajo de los actores, sobre todo de los que tienen que hacer varios personajes

Miguel del Arco: Es una función muy dura físicamente para ellos. No salen prácticamente de escena porque, además, los utilizo como decorado. Están haciendo muchos personajes que son comprometidos y son los que mueven todo este entramado de escenografía que parece muy sencilla pero que no lo es, en absoluto. Hay un mecanismo de precisión enorme. Es un juego que les planteé desde el principio que les ayuda a que estén concentrados y muy metidos en la función, no les da tiempo a desconectarse. Son siete actores que se reparten los personajes y no solamente es una manera de ahorrar, que sabes que apostamos por el teatro sostenible y llevar ya siete actores con cinco técnicos en gira es una heroicidad, sino que forma parte de la teatralidad de la propia pieza. La pieza tiene mucho teatro dentro del teatro. «Hamlet» acude al teatro para averiguar la verdad de lo que ha sucedido. «Hamlet», además, está a gusto con los actores. Se siente identificado con ellos. Es un actor que no ha podido ser actor porque ha nacido príncipe. Es muy consciente de la teatralidad del ser humano. De hecho, incluso la frase de la obra «Cómo gustéis» de «el mundo es un teatro y todos los hombres y mujeres son solamente actores», la pongo en boca de «Hamlet» pero yo creo que le va al pelo porque es absolutamente consciente de la predeterminación de nuestras acciones, de cómo entramos, estamos y tenemos que salir. Esa teatralidad viene muy bien.

Entrevista con Miguel del Arco. Fotografía de Laura Vil
Entrevista con Miguel del Arco. Fotografía de Laura Vil

P: Israel Elejalde que protagoniza al príncipe, creo que tuvo un momento muy duro a la hora de tener que interpretar al personaje

Miguel del Arco: Tuvo un momento personal importante porque en un año perdió a su padre y a su madre. «Hamlet» es alguien que se da de bruces con la muerte. Todos los que hemos tenido una pérdida cercana y brutal de un ser querido, sabemos que ese momento tiene algo de profunda irrealidad. Que tiene que ver con el mecanismo del mundo. ¿Por qué el mundo se sigue moviendo cuando yo tengo esta pena infinita y el mundo debería pararse para escuchar?. Hay algo obsceno en el que el mundo continúe cuando el dolor es tan intenso. «Hamlet» aparece ahí. Estamos en la celebración de la boda con su madre y su tío pero donde él está es todavía en la muerte de su padre. Una muerte inesperada, natural porque los padres se mueren antes pero no por ello es una muerte sobrevenida. Hay un dolor terrorífico que él no puede enfrentar. Es el primer encontronazo con la muerte y cambia radicalmente. Mi asunto con la muerte es un hermano, hay un antes y un después de la muerte. Mi vida cambia radicalmente, es otra. Creo que nuestra capacidad es aprender precisamente a vivir mirando de frente a la muerte. Esa es la historia de la filosofía. O lo que dice Montaigne que es «aprender a morir». Ese trasunto que no se lleva siempre bien, creo que es lo que nos produce ese dolor con el que empieza «Hamlet».

Entrevista con Miguel del Arco. Fotografía de Laura Vil
Entrevista con Miguel del Arco. Fotografía de Laura Vil

P: Yo lo decía porque me parece profundamente complicado que tras ese dolor, Israel pudiera llevar este protagonista adelante

Miguel del Arco: Porque es un excepcional profesional y porque, al final, es nuestra profesión. Utilizar este ruido que la vida nos hace. Mayorga decía «el teatro es convertir el ruido del mundo en poesía». Este ruido que es el dolor por la muerte de tus padres, al final se transforma en poesía porque lo sacas adelante transformándolo en «Hamlet». Yo hablo mucho de Alberto que es mi hermano y que murió, sale muchísimo en mis conversaciones de teatro y parece que estoy utilizando su muerte, pero es que lo he tranquilizado de manera muy sana. Acaricio ese sentimiento en mi. Está muy vivo y es un dolor con el que vivo. Una herida permanentemente abierta siendo consciente que si para mí es una tragedia, ¿que no será para mis padres? y han vivido con ello. Son esas cosas que atesoramos, de alguna manera, y que ojalá no tuviéramos que atesorar pero al final esos dolores siempre vienen. Forman parte de la vida. Yo creo que la experiencia del teatro es conjugar todas estas emociones para sacar esa emoción directa. Tú nunca reflexionas cuando tienes esas emociones a calzón quitado, esas emociones se transitan. Están en tí y te convulsionan. Una vez que las emociones se van sedimentando porque se van posando en un sitio, eres capaz de sacar alguna conclusión y depende de la felicidad con la que quieres vivir tu vida, sacaras una conclusión de un lado o de otro. En este caso, como es un prodigio echado a perder, reacciona muy mal y sacas muy malas conclusiones.

Entrevista con Miguel del Arco. Fotografía de Laura Vil
Entrevista con Miguel del Arco. Fotografía de Laura Vil

P: Habéis hecho muy buen trabajo con los carteles promocionales de la obra

Miguel del Arco: Es muy importante vender. Quiero hacer teatro comercial porque para mí hacer teatro comercial, significa tener el teatro lleno. ¿Cómo comunicamos lo que estamos haciendo?. Hicimos el taller de investigación que siempre realizamos antes de ensayar y habíamos manejado la tierra porque todo el quinto acto de «Hamlet» empieza con una tumba que se utiliza para meter a Ofelia. Estos materiales de la presunción de la muerte y del miedo terrorífico que tienen todos a morir, aparecen en estos rostros que inventamos con diferentes materiales orgánicos. Enterramos a todos los actores e hicimos fotografías y le pusimos rostro a los personajes para irlos anunciando. Tener material gráfico para ir sacando. Me parece impactante porque entra por los ojos y llamas la atención para empezar a vender.

P: Decíamos que enfrentarse a «Hamlet» es una misión suicida, ¿y abrir un teatro?

Miguel del Arco: Seguir en la línea suicida de esta santa casa. La inquietud de abrir un teatro la tiene cualquiera que se dedique a esto. Para que haya teatro, basta uno que hable y uno que escuche, pero hay algo de tener una casa que forma parte de la historia del teatro. ¿Dónde puedo reunir gente y dónde, además, puedo ser sostenible?, ¿dónde puedo hacer que la experiencia del teatro sea completa?. La experiencia del teatro no es sólo cuando el espectador viene a ver la función, sino que tú como periodista tengas una buena experiencia conmigo como director, que tu te metas en la página web de Kamikaze y no sea una página más, sino una página especial que ya concite a la emoción, es decir, somos vendedores de emociones. Esa experiencia global es importante y tiene que generarse desde el principio. Un trabajo creativo que es colectivo. Yo puedo empujar mucho como director pero no puedo sostenerlo si el equipo no está por la labor. Esta sensación de equipo que siempre hemos tenido desde hace siete años que hicimos «La función por hacer» pues ha corrido mucho y hemos hecho muchísimas cosas. Todo este trasunto hasta que hemos llegado hasta aquí, forma parte de una experiencia de formar equipo, familia y una forma de hacer muy determinada. Tener el Pavón es suicida porque el alquiler es terrorífico y vamos a tener que trabajar 24 horas allí pero también es una manera de tener una casa. Nos hemos convertido en una compañía de repertorio, hemos arrancado y en esta temporada abrimos con «Idiota» el 8 de septiembre (dirigidos por Israel Elejalde y protagonizada por Gonzalo de Castro y Elisa Gelabert), y también «La función por hacer», «La clausura del amor», «Juicio de una zorra», «Misántropo» y «Hamlet». Ya tenemos vertebrada lo que sería una temporada en cualquier otro teatro. Nos hemos convertido en una compañía de repertorio y es importante para tener realmente una casa donde sacarle provecho y, para mí hay algo realmente importante que es la flexibilidad. El teatro tiene que ser flexible. Los teatros públicos han perdido esa flexibilidad porque están demasiado en la administración de este país que está sobrelegislada. Hay algo que pierde la capacidad de improvisación y para nosotros es importante. Esa flexibilidad tiene que estar en la manera de producir y de habitar los espacios teatrales.

Entrevista con Miguel del Arco. Fotografía de Laura Vil
Entrevista con Miguel del Arco. Fotografía de Laura Vil

P: Esa programación entonces será continua

Miguel del Arco: Voy a montar un proyecto que estrenaré en diciembre dentro del Teatro Pavón y forma parte de esa flexibilidad que te contaba. Yo tampoco quiero cerrar una programación fija porque si, de repente, estrenamos «Idiota» en septiembre y por lo que sea no funciona, yo no podría continuarla como lo haría un teatro público. Hemos ido anunciando cosas con todas las funciones que te he dicho que tendremos en cartel donde ya se pueden comprar las entradas y, en septiembre, cuando hagamos la rueda de prensa oficial de estreno de «Idiota» anunciaremos lo que voy a dirigir en diciembre y conformando la programación.

P: Y para más remate de proyectos, en octubre se estrenará tu película «Las Furias» que inaugurará la edición de este año de la Seminci

Miguel del Arco: Será el 22 de octubre y el 28 de octubre se estrenará en toda España. El rodaje fue duro. El cine es una experiencia muy dura, casi más dura que el teatro porque las jornadas de trabajo son mucho más extensas. En el teatro siempre puedes reinventar y rehacer pero en el cine tienes un plano y lo que puedas grabar ese día, es lo que tienes. Eso no se va a poder modificar. Esto crea una relación de frustración con el día, las horas y la imposibilidad de ir más allá que hay que sobrellevar. Pero a mi me va la marcha.

P: ¿De qué va la historia?

Miguel del Arco: Es una historia de familia. Que no es original pero la originalidad está en la forma de planteamiento de la película. Es como te digo una historia de familia y sus problemas de comunicación. A través de una joven tenemos una mirada dolorosa del mundo que mira desde un sitio más puro y precisamente sufre más que ninguno de los miembros de esa familia. Tengo un gran reparto y si tengo algo inteligente como director, es rodearme de lo mejor posible. Buenos equipos y equipos con mucho talento. Eran actores con los que yo había trabajado anteriormente en el teatro pero, además, eran amigos. Confiaban en mí como director y la historia les gustaba. Con los únicos que no había trabajado era Mercedes Sampietro y José Sacristán pero fue mandarles el guión y, a los dos días estaban subidos en el carro. La fuerza de la historia que eso siempre me ha llenado de energía y de arrojo me la han apoyado los actores porque ellos tienen una capacidad para leer las historias que no tiene ni el productor ni nadie del equipo.

P: Has llegado en un momento en que el teatro quizás si está en un momento más dulce que el cine

Miguel del Arco: El cine si que es verdad que se está reinventando. Está pasando un poco más en el teatro que ha sido una revolución más rápida y profunda pero también porque hacer cine es mucho más difícil. A mí me ha costado cuatro años sacar adelante este proyecto. Es una película de bajo presupuesto y vale un millón de euros. El cine siempre necesita una parte de industria que lo hace mucho más complicado. Pero, sin embargo, creo que hay unas miradas ahora mismo de gente como Marc Coll, Jonás Trueba, Carlos Vermut o Alberto Rodríguez muy especiales.

P: Imposible que me adelantes ese proyecto para diciembre

Miguel del Arco: Lo que voy a hacer para el Teatro Pavón es una cosa dramática, además dolorosa, pero también con muchísimo sentido del humor. Y lo que estoy escribiendo para el Centro Dramático Nacional que estreno en abril es un texto mio que se llama «Refugio» que habla de cosas dolorosas también pero, sin embargo, hay muchísimo sentido del humor. El sentido del humor para mi es imprescindible a la hora de trabajar. Cuando me dicen que les pides a los actores, pues siempre digo «amor y humor». Actitud y sentido del humor como para poder trabajar tranquilamente. Para que pase lo que decía Anne Bogart que «los ensayos tienen que ser espacios de seguridad para que las funciones sean peligrosas». Alguien que llega a los ensayos con este espacio de seguridad, está capacitado para probar y para hacer el ridículo. Se ríe, sabe que es querido y que no pasa nada si un día te equivocas o no tienes el mejor día. Siempre cuando se tiene la actitud de que no sea sólo un espacio de seguridad para tí, sino que también se construya un espacio de seguridad para los demás, hace que el equipo funcione siempre y se enfrente a una función complicadísima técnicamente como es Hamlet, con un comienzo de gira tremendo donde me emocionaba profundamente la cohesión del equipo. Sabía que estaban luchando contra todos los externos que son muchos y variados y, sin embargo, la función no perdía un ápice de potencia, coherencia ni peligrosidad, precisamente porque la estructura y la base donde estaba construida era muy firme.

Todo lo que uno puede imaginar que suceda, probablemente se quede en un suspiro. Es un trabajo de profunda concentración e ingenio que se verá reflejado en este gran plato fuerte que podremos ver en este Festival de Teatro Clásico de Almagro. Es absolutamente necesario que aún queden valores imprescindibles para el sostenimiento de la cultura como los que defiende Miguel del Arco y todo el equipo de la compañía kamikaze. Nos gusta su filosofía de ser suicidas, de poder realizar proyectos utilizando herramientas como el amor y el humor y que haya siempre un profundo respeto hacia el espectador y, a su vez, a todos los amantes teatrales que queremos despertar con todas las propuestas que quieran emprender. En estos terrenos, son de los mejores vendedores de emociones de esta apasionante profesión.

Si queréis escuchar la entrevista con Miguel del Arco, sólo tenéis que pinchar en este enlace:

http://www.ivoox.com/entrevista-miguel-del-arco-hamlet-festival-audios-mp3_rf_12376805_1.html

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