Crítica «El monstruo de los jardines» – Festival de Almagro
BIEN FÁCIL EL ENIGMA ESTÁ
Muy difícil que un montaje que dura dos obras capte completamente la atención del espectador. El reto para «El monstruo de los jardines» era muy complicado trasladando la genial historia de Calderón de la Barca en la que se inspira en el episodio de Aquiles en Sciros, cuando es escondido por su madre, la ninfa Tetis, en la corte del rey Licomedes, disfrazado de mujer para que no se cumpla la profecía de su muerte en Troya.
El simbolismo de ese viaje huyendo de la cueva donde ha estado encerrado por la madre para que no acuda a la Guerra de Troya, es algo que se va desarrollando dentro de una escenografía viva donde los actores van encarnando a diferentes personajes, que no se parecen unos a otros y se encuentran en unos extremos considerables, y conocemos ese desarrollo pero de una manera muy lenta, haciendo que el ritmo y el interés vaya decayendo por momentos.
A lo largo de la escena, los actores se van colocando en sus posiciones pero no encajamos las piezas claramente hasta que la evolución va decreciendo paulatinamente, y en el momento que ya se sabe los propios intereses en el amor o en su voluntad bélica, cuesta de nuevo meterte en el montaje, recuperando la información de la que ya poseíamos, para querer ir descubriendo más.
Eso sí, los destellos que ayudan a enganchar es, sin duda, el trabajo con la iluminación realmente bello en las figuras estáticas que van cogiendo los actores que reflejan auténticos cuadros muy atractivos visualmente, y más que nada el humor. El equipo de interpretación es realmente maravilloso, de los que saben reírse de si mismos y las locuras, a cada cual más inesperada, que van surgiendo de este mísero de mi que surge de la tierra hasta llegar al final, tiene una comedia muy placentera, que se agradece y que, en mi caso, se convirtió en lo que más recuerdo y me hizo feliz durante la función.
Seguramente Calderón de la Barca se lo pasó en grande creando esta obra, y es en el jardín que prefiero meterme en este caso, sin llegar a convertirme en un monstruo.
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