CAÍDAS CLÁSICAS

He tenido la suerte de disfrutar como público de muchos montajes de Noviembre Teatro, entre ellos «Otelo» y Ricardo III», y siempre lo más destacado para mi es como esta compañía hace suyos los clásicos y les da una perspectiva muy interesante que hace que atraiga a nuevo público, o al que somos le ofrece en conjunto un buen trabajo.

Sin embargo era la primera ocasión donde les contemplo en una comedia como es el caso de «Entre bobos anda el juego» con la curiosidad de descubrir en qué aspectos acentuarían su tono y su manera de entender la escena. Y la verdad es que la propuesta me ha dejado con una sensación gustosa y divertida, pero no he sentido ese mismo impacto que me ha pasado con propuestas más dramáticas como las que he mencionado antes.

Conservando texto clásico, durante todas las escenas han intentando ganar al público utilizando momentos más modernos que rompían la clasicidad, o usando los recursos de caídas repetitivas para marcar un claro perfil de determinados personajes e incluso canciones con versos muy fáciles de memorizar para tener una practicidad cómica. Pero es un equilibrio a bandadas que me despistaba por completo para seguir el hilo, en concreto porque como espectadora siempre prefiero que se ponga de manifiesto por dónde se prefiere tomar el rumbo: de manera más clásica o tirando a una comedia desestructurada. Así se permitiría que la línea de lo que el público se queda en las escenas no sea neutra, si no que vaya de menos a más. Porque la sensación que uno se queda al salir de la función es que se han cumplido los deberes pero no se ha ido por el sobresaliente.

Lamentablemente tampoco ha habido una escenografía que me permitiera el ver completamente la ambientación y el contexto de la historia de enredos entre los diferentes personajes, y era bastante complicado saber en qué posición estaban colocados y cuales funcionaban como primeros planos de cara o de espalda al público. En este caso no funcionaba como un personaje más o no aportaba lo suficiente para esclarecer los espacios de los diferentes conflictos que se iban produciendo.

Sí que quisiera destacar la labor de Arturo Querejeta en su papel de Cabellera, un intérprete que sigue llenando el escenario nada más pisarlo y que convierte la naturalidad de su trabajo en un goce absoluto en todas sus interpelaciones, pero mi grata sorpresa ha sido con José Ramón Iglesias que interpreta a un Don Lucas como tiene que lucirse, divertido, espontáneo, sabiendo reírse de si mismo y el que, sin duda, ha tenido más complicidad con el público logrando las mejores carcajadas y una sensación de felicidad total con su labor en el escenario.

Aunque haya tenido esa sensación agridulce quiero pensar que simplemente es cuestión de que no he estado del todo satisfecha con la idea, y que como viene siendo más habitual otros textos y adaptaciones contaran con una mejor solución para trasladarlos al público y que puedan vibrar cómo he tenido la ocasión de notar en otras ocasiones. Sí que agradezco en comedia que no simplemente la opción comercial o fácil vaya a ayudar a entender mejor una historia, es más lo que se agradece enormemente eran esas pinceladas en los diálogos un poco más sutiles pero que despertaban más mi sonrisa que una de las múltiples caídas o sacar objetos muy sencillos en escena. No he sido una boba que he entrado a este juego, pero ojalá se hubiera optado más por una bobería de Noviembre Teatro más que por una bobada clásica.

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