LOS DOBLES JUEGOS DE DOS PAYASOS NECESARIOS

En esta etapa de nuevos horarios para las actividades «no esenciales» no había tenido la ocasión aún de acudir a una función en este nuevo horario de las 16:00 de la tarde, 16:45, para ser más exactos. Me recordaba a cómo se me hacía el tiempo eterno cuando quería disfrutar de las funciones siendo pequeña, y que teniendo sólo unos cuantos años más no iba a tener que esperar tanto a que el telón se levantara. La cultura es segura y un espacio como el Teatro Cánovas, lo sigue demostrando.

Puede que «Síndrome Clown» se llamen así porque pueden provocar una auténtica locura de risas en los espectadores que acertadamente e inteligentemente quieran ir a verlos, pero serían la mejor de las terapias para adentrarse en el amor escénico, y para poder tener una lección en vivo de cómo readaptar un espectáculo, sobrevivir a las continuas improvisaciones y crear unos juegos de palabras de doble sentido, que permiten que el mecanismo de tu mente vaya mejorando en aprendizaje, en rapidez y en comprobar que tanto Práxedes Nieto como Víctor Carretero son de esos payasos en los que hay que fijarse e interiorizar su filosofía de vida, aunque den a entender que nunca les sale nada y siempre tienen que ir arreglando los cachivaches que van destrozando.

Van a ser víctimas de un secuestro efectivamente en el teatro, pero lo que les va a quitar son minutos de sufrir y volver al mundanal ruido de la vida, y en cambio todo el desbarajuste cuando dos payasos de la comedia crean que tienen todo controlado para lograr sus intereses, les va a provocar carcajadas constantes hasta de las circunstancias más absurdas. Desde eso pequeño, se juega, se retuerce y se vuelve a emplear dándole otro sentido, y eso tengo que decirles que es un esfuerzo extraordinario de trabajo en papel, de ensayos, de acierto y error y se palpa en toda la línea en la que viajan estos pseudo actores/secuestradores que, aunque creas imaginar hacia donde puede derivar las intenciones, ni se pueden imaginar las sorpresas constantes que vivirán durante toda la función.

Mi síndrome de estocolmo con ellos, es no intentar perderme ninguna de las funciones con las que sé que seguirán intentando dar a valer su comicidad e incesante búsqueda de nuevas formas para vivir y disfrutar de la vida. Lo he hecho en parte de estos 20 años, y no quiero curarme.

¡Compártelo!
Share on Facebook
Facebook
Tweet about this on Twitter
Twitter