LA REPÚBLICA DE LA IMAGINACIÓN

"La Pícara". Fotografía de Daniel Pérez.
«La Pícara». Fotografía de Daniel Pérez.

No tengo problema en reconocer lo que no entiendo tanto. Creo que el arte también sirve para descubrir tus propias emociones, en disciplinas que dominas menos. Es cuestión de saber dejarte llevar y, tras conocer previamente el trabajo y la intención que el equipo pretende trasladarte, supone menor dificultad de analizar lo que transcurre delante de tus ojos. Tras disfrutar de «La Pícara», he comprobado que parte de mi concepto estaba equivocado. Muchas veces, el arte no ha de entenderse a la perfección ni tener tanto conocimiento. Es algo que fluye, que no puedes apartar la mirada y que despierta sensaciones placenteras más acuciadas que las expectativas que llevas previamente. Y eso fue lo que me ocurrió.

De entrada, el propio público amante y conocedor del flamenco me transmitió esa alegría. Principalmente, porque uno entra al teatro con ganas de disfrutar pero ellos eran capaces de vivir esa sensación nada más llegar a la fachada del propio Teatro Echegaray. Eso es lo que provoca una artista. La Pícara. Y el público supo agradecer y responder a todo lo absolutamente positivo que transmitió en el escenario. «La Pícara» habla de sueños. Traslada a través de una alegoría de neuronas en su interior a las que todos recurrimos, «La Sensación Alegre Melodiosa», «La Fuerza Femenina Arrolladora», «La Tristeza Nostalgia Pellizo» y «El Ritmo Negro Andaluz», aunque cada persona con sus propias particularidades, el momento que está viviendo y a lo que quiere llegar a prosperar en su carrera de más de 30 años.

Mariché López logra hacer verdaderos cuadros con su cuerpo. Le falta simplemente un marco para tener imágenes perfectas de lo que logra transmitir con su baile y su sonrisa. Y ha tenido que hacer un esfuerzo de combinar esa interpretación, donde hacer llegar lo que quería decir en ese texto increíblemente perfilado por Ery Nízar, con recursos para acompañar esas ideas que se pretende calar al público y como no, los temas propios compuestos para dar rienda suelta a esa pícara que se crece en el escenario y deja sin respiración con ese taconeo, que no parece tener fin.

Vemos despertar a una creadora de ilusiones que quiere seguir aprendiendo y que le tengan en cuenta todo el bagaje de tantos escenarios pisados. De no rendirse en seguir en una carrera que le emociona, aunque no le pongan siempre las cosas fáciles en su camino. De querer decir algo diferente pero sin querer sentirse incomprendida. Y de sacar todo lo mejor de un artista para que «La Pícara» tenga sentido, para que ocupe el lugar que le corresponde y traslade ese ímpetu de seguir adelante con el latido del flamenco que ella quiera llevar en su bata de cola.

Me demostraron que el flamenco es muchas cosas y que no se puede estigmatizar o delimitar como lo prefiere hacer un «purista». Esa sería una opción triste en la que no permitirían al propio flamenco crecer y evolucionar. Me gustó especialmente que la palabra «fusión» saliera sin tanto miedo y con mucho coraje, dejando entrever que en la mezcla está la respuesta a poder abarcar y llegar a muchas más mentes y pensamientos. Y que sería terrible que simplemente se tomara en cuenta, determinados aspectos que surgen de este flamenco nuevo que quiere pisar aún más terreno, para denostarlo y que toda esa amalgama onírica que esta música transmite, se quedara en una simple melodía sin reconocer.

El gran acierto de «La Pícara» es que siendo un espectáculo flamenco, la parte dramatúrgica interviene en los momentos en que se precisa hacerlo para darle ese contenido más original en su intención. Hay una mezcla perfecta entre un texto que retrata todo ese sentimiento, con nuestros bajones, nuestras dudas y, a la vez, el querer sacar esa fuerza imparable de nuestros propios objetivo y la parte más flamenca de sonidos, baile e instrumentos. Zuri y Juanlu Marcelo a la guitarra y voz y Pelín Ruiz y Javier Viana a la percusión armonizan de escándalo con sus temas y divierten al público con el rol que se le ha asignado, para bajar ese ritmo tan intenso que impregna el baile de Mariché López.

Equipo artístico al final de la representación de "La Pícara". Fotografía de Daniel Pérez.
Equipo artístico al final de la representación de «La Pícara». Fotografía de Daniel Pérez.

Y es que el humor es otra parte fundamental de «La Pícara». Los que conocemos ya el ambiente «Nizariano» donde el dramaturgo juega con las palabras y la música de una manera sublime, es quizás el momento que más podemos sentirnos seguros en una manera de hacer teatro que conocemos más. Regala momentos inolvidables que en ese contexto donde los músicos, no tienen tanta madera de actores, pueden exagerar más y queda justificado en unas escenas y diálogos muy divertidos, ajustados a los perfiles que se nos presentan en escena. Y añadiendo hasta otros estilos musicales en fusión, que no se esperan, el resultado es una mezcla asombrosa donde difícilmente se puede parar la carcajada. Una servidora es testigo.

Gran acierto una de las escenas que asocia el baile con el mar, viéndose de fondo ese agua cristalina donde Mariché nada cual sirena en su bata de cola, con una banda sonora que nos invitaba a estar en calma con ella pero, a la vez, sentir su empuje de las olas y esa energía innata, en la que das gracias porque haya descubierto que su sitio era hacer arte encima de un escenario. Viva su república de la imaginación, espero que no la gobierne nada más que la Pícara.

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