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Os escribe alguien que no es devota de Almodóvar. Hay directores que son imprescindibles para defender una esencia que va evolucionando a medida que las experiencias y los riesgos entran en sus trabajos. Pero el hecho de mostrar esa particularidad hace que la escala de los grises sea menos perfecta, y encuentras más público a favor o más en contra de las diferentes propuestas que han hecho en sus carreras cinematográficas. Y me pasa con mucho pero lo que nadie puede quitarles como gran mérito es que implantan un sello que marca distancias. Y al mostrarse así, ya para mí tienen una valentía y una originalidad que hay que valorar.

He podido ver prácticamente todo del cineasta manchego, unas experiencias me han hecho disfrutar más por algún aspecto específico o principalmente algunas interpretaciones. Pero no soy de las que se vuelve loca ante un próximo estreno de Pedro Almodóvar. Y no sé qué ha podido pasar en esta ocasión. No sé si era el momento del director o el mio propio. El caso es que con «Julieta» quise ver la película por Emma Suárez, y en este caso por el propio realizador y os aseguro que es la primera vez que pasaba.

Como siempre intento hacer y logré también esta vez, no quise ver nada o buscar información antes de contemplar «Dolor y Gloria». Solo actores y la intención de querer hablar sobre el propio cineasta, sin ser una biografía personal a ciencia cierta. Cuando me senté en el patio de butacas, ya empecé a atisbar que iban asomándose Goyas por doquier en la próxima edición. Otro más para Alberto Iglesias, y sin discusión.

En «Dolor y Gloria» se narra la vida de Salvador Mallo, un realizador con éxito que vive apesadumbrado por sus enfermedad y una vida forjada a base de malas decisiones, pero como cada uno ha podido llevar la suya propia. Lo que ocurre que en nuestro caso, no tiene tanta notoriedad. Y aquí viene mi otro imprescindible Goya, y es para Antonio Banderas. Y no es peloteo, o querer sacar la venta patriótica malagueña. Antonio logra mostrar el mejor papel de su carrera, sin duda. Igualmente os escribe alguien que jamás se ha sentido asombrada o admirada por el trabajo del actor, me ha podido entretener pero sus personajes nunca se han quedado en el poso de mi corazón, y aquí es que brilla con luz propia. Hay un respeto y una falta absoluta de caricaturicación que lo que te permite es estar todo el rato siendo consciente de estar contemplando el trabajo de una estrella actoral. Lleva todo el peso de la trama y además es una guía maravillosa hacia el viaje interior personal y hacia lo que va transcurriendo en su etapa actual. Una sutilidad preciosa en todas las escenas.

El Goya que me falta es el del montaje, placer sublime sentir el trabajo de Teresa Font (aunque añorando evidentemente a José Salcedo), pero es que no hay ápice a que nadie se pierda en ese ritmo a veces pausado, y a veces con más intensidad donde te queda claro absolutamente todo de lo que va pasando, y auguro sin desvelar nada muchas sorpresas que hace que la película sea un auténtico disfrute de principio a fin.

Noté que es una declaración de intenciones de Pedro Almodóvar en el que ha querido expresarle a su público qué ha pasado en estos años, mostrarles una sinceridad de cómo es la vida de un artista con éxito y como distintas decisiones pueden perjudicarle más o menos en su vida. Ha encontrado al elenco adecuado y perfecto, intérpretes que en muchas de sus películas no me decían nada y aquí han encontrado un sitio donde poder enseñar lo mejor de lo que son capaces, y especialmente volverme a enamorar de Asier Etxeandía y Julieta Serrano. Ambos junto a Antonio Banderas despliegan las mejores de las emociones durante «Dolor y Gloria», son los contrapuntos más fuertes y a la vez es donde podemos observar ese abanico incesante que nos hace estar arriba y abajo en cada paso de nuestro día a día. Espectacular sentir ese alma de sus personajes.

Tienen que descubrir esta película por todos estos factores que les anticipo, y porque sabrán apreciar unas escenas de absoluta belleza que nos marcan el ritmo de lo que le pasa al protagonista, y lo que hemos podido sentir en nuestra propia biografía particular. Una de las cosas que más me entusiasmaron es esa explicación que se hace sobre el propio ejercicio de la profesión de guionista, un alza en valor que Pedro ha puesto en reconocimiento para que el público comprenda esa complejidad de escribir textos, y a la vez descubrir lo bien hecho que está para el lucimiento de los actores y la propia historia del film. Hace, además, que tengamos empatía con un mundo que a veces nos supera por la fama y la grandiosidad, pero al final todos necesitamos los mismos sentimientos de dolor y gloria para ser felices. Ha sido maravilloso reflexionar sobre esto, y valorar en mi opinión el mejor trabajo de Pedro Almodóvar. Ojalá mis quinielas de Goya acierten.

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