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Por mucho que uno sea más erudito o busque emociones diferentes que se le despierten en el patio de butacas, a veces hace falta un entretenimiento más banal, ese en el que no sabes porqué te empiezas a reír tu sólo sabiendo que únicamente te está haciendo gracia a ti, y no hay que buscarle más contextos ni dobles sentidos que el que aparece en pantalla, y previsiblemente sabes que va a pasar.

¿Por qué funciona «Te quiero, imbécil»?. Porque está planteada desde esa pretensión. Te vas a identificar, y si no es así te vas a volver loco con los personajes generados a partir de Marcos, y de ahí a todo lo que se origina a su alrededor por su conflicto.

No sé puede ir a «Te quiero, imbécil» sin el único objetivo de pasar un buen rato. Ver a Quim Gutiérrez experimentando esos cambios personales que sabes que se tienen que dar para buscar una pareja en el siglo XXI es una gozada, incluye en la mayor parte de las escenas el habitual ritmo entre hombres y mujeres pero con unos momentos especialmente divertidos y preparados para que actores de la talla de Quim, Natalia Tena, Alfonso Bassave o Ernesto Alterio se rían completamente de sí mismos, sin complejos ninguno y transmitan esa ida de olla particular de sus personajes al espectador. Y lo logran con creces.

Hay una relación muy directa con la generación ochentera en canciones, en comparaciones e incluso simplemente en ese estilo de vida que nos vendieron y que nos hace sentir fuera de onda a medida que van avanzando los años. Ese cambio en las comunicaciones entre nosotros, y además las propias pretensiones de vida que no eran las mismas que nos vendieron cuando éramos pequeños, intentando seguir conservando esa inocencia e inmadurez que te hacen aprender a base de palos y malas experiencias.

A mí me hizo falta una película un lunes que salí de trabajar y no quería que me invadiera el cansancio. Solo el buen trabajo de actores en un buen hacer de Laura Mañá para enternecer y divertir con una historia, muy contada, pero que no has conocido de la mano de este equipo que han hecho el trabajo que tenían que realizar. Y con un mensaje de autenticidad, como a nosotros nos gusta. Hay que ser imbécil con Álex O´Doguerty en el teatro y llamarlo con cariño a Quim Gutiérrez en el cine.

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