APROVECHAR EL TIEMPO DE ESPERA PARA HACER ALGO PRODUCTIVO

La fotografía de portada  y la que complementa esta información son de Pepe Ainsua.

De cronista hortera a pianista hortera, entre todos nos juntamos y cuando asistimos a un concierto tan especial donde el protagonista, Jose Carra, nos explica la banda sonora que le ha torturado toda su vida, entendemos perfectamente esa vejez de los que nacimos en los ochenta y por qué esas canciones con las que nos deleitó en su turno en las «Noches de Gibralfaro» marcaron su carrera como artista y compositor.

Reconozco que cuando profesionales como Jose Carra tienen un mundo inspirativo tan complejo, y que es capaz de llevarlo al mundo de la improvisación bien preparada en todo lo que emprenden, los periodistas queremos conocer todos los detalles de cómo pueden llegar a culminar esas obras, o que canciones reconocibles las realicen tan personales. Yo ayer entendí más el mundo de Jose Carra que cuando le entrevisté.

Era muy lógico cuando explicaba todas las canciones del repertorio ya fuera antes o después de interpretarlas al piano, saber qué habían marcado esos temas en el momento que aparecieron en su vida, cómo no puede desligarse de una parte didáctica atractiva, y para nada aburrida, para que el público pueda conocer más acerca de lo que le apasiona, y cómo sabe aplicar un humor que muchos utilizamos como armadura para disimular nuestros nervios, pero que además despertó las risas de todo el público que llenó su noche en este marco incomparable del Castillo de Gibralfaro.

Esta reciente pandemia que aún andamos luchamos, también ha alterado la vida de músicos como Jose Carra. En su caso, tenía pendiente la grabación de un disco del que, de hecho, hablamos en nuestra última entrevista, y como bien destacó en una de las partes más interesantes del concierto, aprovechó esas dificultades para hacer cosas, porque es cierto que lo peor de todas estas circunstancias es la espera, «ese folio en blanco que hay que llenar», así que esta ocasión la aprovechó para grabar todo lo que allí sucedió y vivimos, y formará parte de una serie de directos que irán sacándose en lo sucesivo.

Jose Carra agradeciendo al público al final del concierto. Fotografía de Pepe Ainsua.
Jose Carra agradeciendo al público al final del concierto. Fotografía de Pepe Ainsua.

«Estaba súper tranquilo hasta hace un minuto». Así empezaba una serie larga de confesiones de Jose Carra, muy elegante para la ocasión, en una cita en la que el pianista quería que todos nosotros, haciendo las cosas adecuadamente y pudiendo disfrutar de todo el evento, con una temperatura agradable y nuestras mascarillas actuando responsablemente, pudiéramos conocer su música.

El arranque lo marcó un tema improvisado del que ha ido probando y quedándose con el sonido que creía que iba a quedar guay, y así fue. En ocasiones, me daba la sensación que estaba metida en una caja de música y escuchaba esas melodías que te atrapan por su belleza, y en otros momentos creía estar en un cafetería bohemia con esa música de fondo que hace que quieras que no se te acabe nunca el café. Es curioso como en todo el concierto, Jose Carra parece que se abstrae y nos marca lo que quiere mostrar desde su propio mundo, y en el caso que interpreta sus propias composiciones lo hace siempre con los ojos cerrados.

De aquí nos trasladó a esa etapa grunge, donde todos la hemos al menos acariciado o tocado completamente, y en su piano suena el conocido tema de Nirvana, «Smells like teen spirit». Aquí las anécdotas complementaban el recuerdo que todos tenemos de estas letras míticas, entre ellas, que aunque el público le buscara esos significados profundos a dicha letra, una costumbre que aún no nos hemos quitado de nuestro cerebro, lo cierto es que Kurt Cobain siempre decía que no significaba nada y sólo eran fragmentos de poemas sin significado. Os aseguro que cuando el maestro empezó a tocarla en este sitio idílico, con esa iluminación maravillosa y ese escenario te daban ganas de darlo todo y cantarla con él al piano. Las partes del estribillo que son las que más sabemos todos, claro.

Nos siguió torturando con su música, y para mi fue el momento más emotivo, imagino también que por sorprendente, y es lo maravilloso de desconocer con qué temas te pueden sorprender en un concierto. Anuncia que tocará una canción que viene muy bien en estos días, «The end of the world». En mi mente se dibujó un tema de R.E.M pero al escuchar las notas, me abstrajo a esa adolescencia en la que era devota de «Ally McBeal» y una Vonda Shepard al piano me la descubrió, un disco que con esas versiones descubrí muchas canciones originales que son de imprescindible escucha. Así que Carra consiguió llevarme a ese recuerdo increíble, y provocar esas lágrimas bonitas que como él dice, la «vejez» nos hace valorar ahora.

En ese alarde de ironía perfecta, un búho estuvo haciendo de las suyas en buena parte del show. A lo que el maestro aprovechó la circunstancia para dedicarle una versión de los Beatles de «Mother Nature´s son». Un tema que intuyo que estará en ese concierto «The Beatles Songbook» del próximo 15 de septiembre en el Teatro Cervantes, y del que Jose Carra también forma parte.

Otro proyecto del que nos informó en «Noches de Gibralfaro» fue un disco que no existe pero que se encuentra en la cabeza del autor. Se iba a grabar cuando anunciaron la alerta sanitaria e intentó con sus medios horribles poder llevarlo a cabo en casa. No lo logró y la mente se le dispersó a unos niveles, que intuyo pudieron llegar a la desesperación. Así que dándole otra vuelta de tuerca, se le ocurrió hacer un trabajo en el que se mezclen muchos pianos grabados en diferentes sitios. Nos adelantó que había tocado alguno desafinado y de muchas formas diferentes pero siempre divirtiéndose con todas ellas. De ahí, surgió la siguiente canción, «Lux aeterna»,  un temazo en el que como nos pidió no fue difícil imaginarnos que tenía muchos más medios disponibles, y que hubiera un coro y una escolanía de unas 300 personas en el escenario. Su música ayuda a que esas realidad oníricas sean realidad y no ficción.

De aquí nos pasamos a otro momento donde las lágrimas felices salieron por mi rostro. Mi sorpresa sin presentarla fueron los acordes de «High and dry», que siendo un tema de Radiohead, mi mente se fue a una de mis debilidades que me encantan que es Jamie Cullum, y la versión que tiene de esta canción. Cuando esto sucede en un concierto, merece la pena todo. Así que le doy las gracias a Jose Carra por llevarme a ese momento con su piano solo.

Nos habló posteriormente un poco de que su carrera empezó en el clásico para luego ir al jazz, y contarnos que es el peor enemigo. Te utiliza y te hace creer que puedes tocar jazz. Rescató un tema de uno de sus primeros discos, «El camino» que se titula «Nieva en mis huellas». En sus composiciones, siempre le aprecio un plus mayor de diálogo con el piano, conexión única y que son la perfecta pareja de baile, que nunca dejarías de ver y escuchar. De aquí nos hizo reventar la cabeza como a él le sucedió con un blues de Ornette Coleman, «When will the blues leave», para pasar a esa ensoñación de estrella del rock que tuvo en esa estapa de aprendizaje de guitarra donde las monjas le enseñaban a tocar Simon y Garfunkel, entre otros, y al final lo logró cumplir con el piano. Tocó «Tonight» de los Smashing Pumpkins.

Vamos llegando a la conclusión con el horterismo reconocido, y del que todos hemos sido propensos más de una vez, con «We are fall in love sometimes» de Elton John. Seguidamente toca una canción propia, «Sacrificio» expresando que ni él mismo sabía lo que iba a tocar y que se sentía súper feliz. Hay que recuperar el horterismo con un clásico que siendo Jose Carra no podía faltar como es «El hombre del piano» de Billy Joel y la propina final tuvo que ver con tocar lo más increíble de la historia de la humanidad, «Liebestod» de Wagner, donde a modo de spoiler necesario nos narró qué significa un «letimotiv», en esta composición donde los protagonistas son Tristán e Isolda.

A pesar de estar el escenario únicamente con su piano, creo que Jose Carra supo transmitir con su propuesta inspiradora y enriquecedora todo ese espacio que quería llenar con su música, sus ideas y todas las emociones sinceras que se le pasaban en ese mismo momento por la mente y que supo interpretar con una maestría de las que no se olvidan. Este impass creo que le ha recargado de una fuerza tremenda que va a desembocar en unos derroteros de los que hay que estar pendientes, porque cuando tenemos la suerte de contar con creadores que son capaces de entregarse tan completamente a la inspiración, y que del horterismo que todos llevamos dentro sacar un concierto tan completo, hay que seguir apoyándoles desde la posición que podamos. Gracias por el réquiem hortera donde nos torturaste con tu sabiduría y buen hacer camaleónico. Nos quedamos impaciente de poder ser testigos de otro directo.

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