Crítica «Los archivos del Pentágono»
Muchas ganas de volver a reconciliarme con Spielberg y mucho más si se trata de argumentos versados con el periodismo. Llevaba ese mismo ímpetu que me hizo enamorarme de «Spotlight», y sabía que no me iba a reír tanto como con mi «Primera plana», pero esperaba una intensidad y un disfrute muy parecido al de «Todos los hombres del presidente».
El caso es que el director cumple. Cuenta esa valiente posición en favor de la libertad de expresión que tomaron los principales periódicos, «The New York Times y «The Washington Post», informando sobre los documentos del Pentágono y el encubrimiento masivo de secretos por parte del gobierno, que había durado cuatro décadas y cuatro presidencias estadounidenses. En ese momento, Katherine Graham, primera mujer editora del Post, y el director Ben Bradlee intentaban relanzar un periódico en decadencia. Juntos decidieron tomar la audaz decisión de apoyar al The New York Times y luchar contra el intento de la Administración Nixon de restringir la primera enmienda. Es un historia basada en los documentos del Post que recogían información clasificada sobre la Guerra de Vietnam. Su publicación generó un enorme debate sobre la libertad de expresión y acabó en una dura batalla legal ante el Tribunal Supremo. Y ni que decir que Meryl Streep y Tom Hanks hacen lo que se espera de ellos, disfrutando de esa inexperiencia por parte del personaje de ella que no conoce el mundo en el que por el fallecimiento de su marido tiene que hacerse cargo, y por parte de él, un jefe irónico que pretende hacer todo lo posible por salvar el prestigio de su empresa y a sí mismo, y al mismo tiempo ir en defensa de los propios valores de libertad de su trabajo.
Pero el caso es que al salir de «Los archivos del Pentágono», no tenía una satisfacción plena de una historia que necesitaba ser contada y reivindicada. No sentí una emoción de admiración y más ganas de desempeñar la profesión. Eso sí, tuve la sensación de que precisamente el trabajo ya estaba hecho y contado, pero no me despertaba ninguna emoción. Al menos quería poder expresar ese sentimiento de «ya era hora que se contaran historias así» o «que interesante saber todo esto». Pero, sin embargo, me mostré indiferente y no entendí que no se asumiera algún riesgo (más elementos en la estructura a la hora de contarla, que no se hiciera por momentos tan lenta o algo de autocrítica de la política y de la sociedad americana) por el que la película se debe considerar que es importante o destacada en la filmografía de este genial realizador.
Verla y conocer la historia de esta conexión de dos rivales en prensa, que podemos esperanzarnos que en algún momento futuro pueda volver a ocurrir aunque sea en otros temas diferentes, es más que interesante y merece la pena ir a disfrutarla, y como no, por sus intérpretes. Pero seguiré a la espera de una buena historia contada en periódico mediante el cine que me vuelva a emocionar mucho más.
Deja un comentario