Lolita: presidenta de Atenas

Crítica realizada por Mario Armario

El Teatro Cervantes de Málaga, lleno hasta el paraíso, ha vuelto a ser testigo de una de esas obras divertidas e irónicas que después de casi dos horas de función deja a la audiencia con un buen sabor de boca y con los esquemas mentales del revés.

Bajo la dirección de Juan Echanove y durante dos días seguidos, 26 y 27 de enero, “La asamblea de las mujeres”, en la adaptación de Bernardo Sánchez de la obra de Aristófanes, ha mostrado la faceta más cómica de un elenco de actores como Lolita, en el papel de Práxágora, María Galiana, Miriam Díaz-Aroca o Sergio Pazos.

La historia nos hace retroceder más de dos mil años y sin embargo, seguimos observando la dificultad para alcanzar una democracia perfecta. Las soluciones a los males de la época, que no eran muy diferentes a las dificultades que encuentra hoy día la ciudadanía, o las propuestas de mejora que se aportan en la obra son las mismas o muy parecidas a las que siguen retumbando en los mítines de muchos partidos políticos actualmente. El gran dilema, más allá de si se puede establecer una democracia en la que no existan ricos ni pobres, en la que todo el mundo tuviese un empleo digno, en la que reinase el amor libre o el sexo sin estereotipos, sería: ¿está la sociedad preparada para ser dirigida por mujeres?

Desde los comienzos de la democracia se ha ido puliendo el concepto pero siempre obviando al cincuenta por ciento de la población, ya ocurrió durante la Revolución Francesa. Sus ideales hoy día siguen siendo aceptados pero por aquel entonces, cuando todo el mundo estaba feliz con aquello de la libertad, la igualdad y la fraternidad, nadie reparó en que esos ideales no iban dirigidos a las mujeres y a pesar de las múltiples vindicaciones feministas sigue siendo una lacra de nuestra democracia. Parece que aún en el siglo XXI la mujer tiene casi que pedir permiso para ocupar puestos de poder y cuando lo consigue se enfrenta a críticas tan profundas como su peinado o su vestimenta.

“La asamblea de las mujeres”, potencia esa oportunidad de dar la vuelta a la tortilla, ¿qué pasaría si fuese al revés? Pues con este ambiente de revolución y la impotencia machista, al ver como se traspasan los papeles, arranca una obra que por momentos se inclina hacia el surrealismo en actos donde el baile erótico con tintes de vulgaridad callejera toman la escena, el robusto y poderoso Blépiro aparece vestido de mujer con pelucón rubio o el sonido del pito de caña como base musical evocando lo mejor de las chirigotas.

Una pieza clásica que sirve para comprender la democracia contemporánea y no olvidar que aún muchas mujeres siguen luchando por romper el techo de cristal, que Lolita es una actriz de primera categoría y que el teatro continua siendo una herramienta para desarrollar el pensamiento crítico.

¡Compártelo!
Share on Facebook
Facebook
Tweet about this on Twitter
Twitter