RIESGO TEATRAL CON MEJOR FONDO DE INVERSIÓN

La pregunta que siempre iniciaba tanto mi entrevista con Sergio-Peris Mencheta, encargado de la versión y director de «Lehman Trilogy» y uno de sus actores, Víctor Clavijo, era ¿cómo puede el público mantenerse interesado durante casi cuatro horas que dura esta locura en la que se habla sobre la construcción y caída de un imperio económico?. Y la hacía porque en mi vida cotidiana, cualquier acto que haga que la sociedad tenga que esperar un par de minutos de más de la cuenta, ya cuenta con un gesto de desaprobación y queja. Mi sensación siempre es que el ser humano no tiene una condición en su cuerpo para saber esperar. Pero cuando ayer descubrí la magia de esta función incesable de ritmo, buenas interpretaciones y un ingenio habilidosísimo para que el público estuviera permanente conectado de la historia familia de los Lehman Brothers supe verdaderamente que presenciaba un producto de una alta calidad teatral por la que invertiría cualquier persona que disfruta del espectáculo en cualquier disciplina cultural. Esa fórmula debe estar patentada para nuestro día a día, aunque yo creo que nadie podría cumplirla como estos creadores que se dejaron la piel en su última actuación ayer en el Teatro Cervantes de Málaga.

El valor del trabajo, como reflejan en la propia historia de estos protagonistas que por un sueño americano iniciaron un mundo nuevo en el que el ansia de poder pudo con todas esas expectativas que son arrastradas por la cruda realidad del mundo, es lo más destacado que hay que evidenciar de estos genios llamados Víctor Clavijo, Darío Paso, Leo Rivera, Pepe Lorente, Aitor Beltrán y Litus Ruíz. Hay una armonía tan bien preparada, y con ya esa energía dosificada a la perfección para mostrarnos toda esa evolución en la que no pierdes detalle, ni desconectas en ningún instante de todo lo que te van presentando, y si te despistas un ápice mira en cualquier parte de la escenografía que habrá un aspecto que te llame la atención, y volverás a la situación inicial de la que se partía. Es tan inteligente esa estrategia, pero a la vez complicadísima de realizar, con todos esos movimientos medidos y unas capacidades que yo hacía muchísimo que no veía encima de un escenario de llevar un diálogo, tocar un instrumento, ayudar a un compañero y en cada segundo de «Lehman Trilogy» tener una auténtica sorpresa tras otra.

Creo que desde «La estupidez» no veía un montaje con tanta complejidad, personajes por doquier y en el mismo sitio tener que centrarse en una estructura guionizada bien equilibrada, y que al mismo tiempo que uno se deslumbra, vaya aprendiendo y reflexionando sobre todos los datos que se le van aportando. No llegan como dosis que haya que tomar, sino que son presentadas de manera que te despierta todo el rato del patio de butacas, y llegas a alucinar de lo que esta familia llegada de Alemania, y que simplemente empezaron con una tienda de telas y venta de algodón, podrían llegar a aspirar en un futuro que bien conocemos todos, y que te ayuda a entender que esa mala praxis más todas las circunstancias que nos hacen llegar a través de esos personajes y situaciones que revelan en cada acto, fue lo que les condenó a no poder sostener un equilibrio que se tambaleaba a cada acontecimiento inesperado que siempre sucede en la vida.

Hay dos aspectos que no me querría olvidar destacar de «Lehman Trilogy», y por los que creo que su idiosincrasia les hace ser uno de los mejores espectáculos que he contemplado en mi biografía teatral, y es la escenografía de quién ya califico como Mr. Curt Allen Wilmer, que ya creo que es una especie de superhéroe que no se le puede resistir cualquier misión que se le encomiende, porque es de locos y a la vez tan preciso a lo que la compañía necesitaba con esta puesta en escena llena de «chulerías» como una viñeta de «Mortadelo» que no parabas de mirar cada esquina a ver que invento nuevo estaba dibujado, y otro es la simbología de esta función. No solamente de manera real se palpan esas relaciones con más o menos acierto que nos muestran, ya que en todo momento lo que ayuda a esa capacidad de razonamiento después de salir feliz de ver la obra, es la simbología tan acertada y medida que resopla por todas partes. Es tanto lo que se muestra al público como lo que pretenden hacer ver, y a lo que tanto ayuda esa arquitectura planteada en el escenario, y el buen hacer de estos intérpretes actorales y musicales. Disfrutar de esto no tiene precio ni valor en ninguna bolsa.

Es un gran acierto que inviertan en estas apuestas teatrales que se salen de lo común, y saben arriesgar en un terreno que resulta en muchas ocasiones resbaladizo, pero que cuando se curra de la manera que todo el equipo de «Barco Pirata» ha hecho, hay que darse cuenta del gran valor que tenemos en nuestro país para hacer realidad un proyecto como «Lehman Trilogy», y sentirnos orgullosos de nuestros creadores porque no se rinden y hacen llegar estos sueños, que felizmente tienen poco de americanos, y sí de corazón español. De amor por la cultura y respeto por el público. Qué pena no haberme enterado antes de cómo invertir en ellos, pero sí haré lo posible porque cada espectador vaya  a disfrutar de esta función como riesgo de capital totalmente seguro, y con intereses que solamente les provocarán pasión por el teatro.  Siempre compraré acciones de «Barco Pirata».

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