CURIOSO, EXTRAÑO Y COINCIDENTE

Uno de los máximos exponentes del teatro del absurdo es «La cantante calva». Siguiendo esos cánones, los personajes estereotipados no sólo exageran su manera de ser y sus propias particularidades de gestos y en el habla, sino que también intervienen en bucles interminables de repeticiones y sin sentidos, en el que no se puede encontrar algo que sea sota, caballo o rey, o sujeto y predicado. No hay explicación a acciones con lo cual el único ejercicio que debe hacer el espectador es dejarse llevar. Y en esta función se hace de manera fácil y efectiva.

El gran acierto de la función es la estructura de esa locura que no lleva a ningún lado pero que sitúa aspectos que quiere hacer de valer en nuestra sociedad actual, y que coloca a los roles donde averiguamos sus intenciones de manera atractiva y, con un gran buen hacer que en el teatro sobrevaloro de manera especial como es la capacidad de sorprender. Y lo consiguencon creces.

No se entiende nada. Ni quienes son el matrimonio que preside la escena, ni a quienes espera, ni porqué no coincide el reloj que forma parte de la escenografía con las horas que los propios actores marcan, ni todo a lo que desemboca cada diálogo cada vez más incomunicado y cada acción llevada a cabo, y lo mejor de todo es que no hay porqué comprenderlo. Todo el rato se recibe información imprecisa pero lo más maravilloso de todo, es que al mismo tiempo atrae. No puedes dejar de prestar atención a lo que va sucediendo en ese salón tan británico que preside la escena. Ni a los bailes, ni a las anécdotas, ni a los desenfrenos, en definitiva es la fuerza de un imán teatral que provoca sonrisas, y para mí lo más importante, que haya conseguido reflejarme conversaciones infinitas a las que he tenido que asistir o ser testigo, sin que me logre enterar de nada, y mi máxima preocupación es saber cuando finalizan. Y hablo claro está, de la vida real.

Si Joaquín Climent y Adriana Ozores no llevaran el punto absurdo que correspondía a este género, hubieran resultado un matrimonio británico digno de cualquier serie o película que más recuerden, dominan ese «saber estar» que los hace grandes intérpretes y han sabido entrar a este juego de una forma sublime. Carmen Ruiz y Fernando Tejero brillan desde esa maravillosa primera escena en la que se presentan y hasta el final. Son las tablas de la sabiduría que es un gustazo disfrutar desde el patio de butacas. Que trabajo más brillante. Y Javier Pereira y Helena Lanza revolucionan en el momento ideal en que parece que todos los esquemas están más que asentados, participan de la locura hasta el más insospechado extremo y ayudan a que la obra pueda ser más versátil y divertida desde sus propios personajes. Todos ellos son un cuerpo de baile donde ajustan su labor al tiempo exacto para que «La cantante calva» tenga un resultado extraordinario. Nadie va a contratiempo y el resultado final es una incomprensión total que se agradece por tantos momentos de comicidad exquisitos y llevarte la sensación de haber pasado un buen rato contemplando un genial trabajo en equipo.

Nadie puede decidirse a ver esta función desde la lógica de cualquier obra más convencional. Tiene que romper su propia idea y analizar sólo lo que siente al ser observador de este abanico de personajes y de palabras, curiosas, extrañas y coincidentes que forman un conjunto teatral brillante de los que hay que poner en valor. ¿Y la cantante calva?. La seguiremos peinando después de cada función.

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